Finlandia y Suecia han repartido 5 millones de manuales entre sus ciudadanos dando consejos para estar preparados si estalla la Tercera Guerra Mundial. El libreto hace énfasis a hacer una despensa bien abastecida con alimentos de larga caducidad. Esta noticia ha coincidido con "la anécdota" que me pasó hace unos días y que explicaré acto seguido. He escrito anécdota entre comillas porque parece más bien una broma, aunque al propietario de la tienda de comestibles no le ha hecho nada de gracia.
De hecho, esta broma ha hecho realidad un meme que corre por las redes sociales, en el que se ve un tarro de sal del Himalaya con un eslogan que anuncia que es una sal de millones de años de antigüedad, pero que caduca justo al día siguiente del día que el autor del meme lo ha comprado. Pues la tienda de comestibles ha tenido que retirar 20 potes de flor de sal porque han sobrepasado la fecha de consumo preferente.
A diferencia de la fecha de caducidad, que alerta de que si se supera el alimento puede ser nocivo para la salud, la fecha de consumo preferente solo indica que pueden haber variado las cualidades organolépticas, aunque el producto es totalmente inocuo. Aunque está garantizada la seguridad alimentaria del alimento, no se puede comercializar un producto que haya sobrepasado esta fecha y cada vez somos más idiotas. La protección a los consumidores es una tarea necesaria, pero genera contradicciones tan flagrantes que hace retirar un elemento que no es exactamente un alimento que es del todo necesario para el organismo. Digo que es un elemento porque de hecho es un mineral y, por lo tanto, no vive ni muere, es impertérrito, eterno. La paradoja de la única roca comestible es que no solo no caduca, sino que es imprescindible para conservar los alimentos. Por lo tanto, lo que consigue la sal es precisamente alargar la caducidad.
El anhelo de la humanidad ha sido tener alimentos siempre y para todo el mundo. Por eso, la gran preocupación es conservarlos (hacer despensa para cuando escaseen) y transportarlos allí donde no hay. El agua que contienen los alimentos es la principal causa de corrupción porque es el río por donde nadan, chapotean y crecen las bacterias patógenas. Por eso, el objetivo es extraerla del todo. El secado fue la primera estrategia de conservación, pero requiere un clima seco o aireado. Si no vives en un entorno propicio climatológicamente, la sal hará el trabajo de secuestrar los fluidos por donde salvan las bacterias nocivas. Por eso la sal es tan preciada, uno de los tesoros que la naturaleza nos provee. A los legionarios romanos les pagaban con un saco de sal. Este se denominó "salario", palabra que se ha perpetuado en el sueldo que recibimos cada mes. Tan tesoro es que la India se independizó a raíz de la Marcha de la Sal promovida por Gandhi en marzo de 1930 como protesta a los impuestos aplicados a la sal por el Imperio Británico.
La protección a los consumidores es una tarea necesaria, pero genera contradicciones tan flagrantes que hace retirar un elemento que no es exactamente un alimento que, sin embargo, es del todo necesario para el organismo
Pero el valor de la sal no es solo su capacidad de conservación, sino que es el condimento, en mayúsculas. Aumenta el sabor de los alimentos sin aportar ningún sabor. Ahora bien, la sal tiene su carácter, no nos lo pone fácil. En la cocina, lo más difícil es saber salar. Si no pones, el plato queda soso; pero si pones demasiado, es el desastre servido en bandeja. Sin sal es mucho más complicado hacer lucir los alimentos, pero no es solo una cuestión de placer, sino que la sal es necesaria para nuestro organismo (y de todos los animales): mantiene la hidratación, participa en multitud de intercambios celulares y contribuye al equilibrio de la composición de la sangre. Nosotros lo obtenemos a través de la alimentación (cuando comemos carne o pescado), pero los animales herbívoros lo tienen que conseguir lamiendo rocas ricas en este mineral.
La naturaleza es muy inteligente. Los idiotas (y ridículos) somos los humanos poniendo fechas de caducidad absurdas y provocando conflictos que aterrorizan poblaciones asomadas a hacer despensa con alimentos con fechas de caducidad absurdas.