El Mar Mediterráneo debe su nombre a su geografía: literalmente, 'mar entre tierras'. Pierre Deffontaines, eminente geógrafo humano que conocía muy bien Cataluña (dirigió el Instituto Francés de Barcelona de 1939 a 1964), escribió en su obra El Mediterráneo (1948) que su nombre significaría, también, mar entre terrícolas; Es decir, mar entre personas. Un mar que unía al tiempo que separaba ejerciendo de centro cosmológico de las culturas de sus orillas. Hoy, sin embargo, el Mediterráneo ha cambiado bastante. Y, más allá de unirnos, pareciera que nos excluya los unos de los otros. Las imágenes de sus playas paradisíacas contrastan con las pateras llenas de inmigrantes que lo intentan cruzar; por no hablar del microplástico o de la contaminación de los grandes barcos comerciales y turísticos, que atentan contra los intereses de todos en favor de los intereses de cuatro. Sin embargo, el Mediterráneo es el nuestro mar -mare nostrum, lo bautizaron los romanos- y, por rodeado de puertos, fábricas, urbanizaciones y achaques que se encuentre, si nos lo proponemos puede seguir siendo nuestro paraíso. Y en esto, el Mediterráneo y la Sierra de Collserola -este último paraje rodeado también de hombres, mujeres, fábricas y autopistas- guardan un destino en común: el de aquellos que no se arrugan ante las adversidades y saben que unas pocas personas, por solas que estén, pueden cambiar el mundo.

Collserola se encuentra hoy en la última etapa de una metamorfosis: más allá de un jardín, un huerto urbano

Collserola, un lugar privilegiado

La Sierra de Collserola es un paraje natural rodeado por nueve municipios y cuatro grandes accidentes geográficos: los valles de los ríos Besòs y Llobregat a ambos lados, la depresión del Vallés al norte, y la llanura de Barcelona al sur. Se calcula que a lo largo de sus once mil hectáreas hay unos diez millones de árboles, mil especies de plantas y unos doscientos tipos de animales vertebrados, los cuales representan, más allá de un patrimonio botánico y animal considerable, una despensa muy provechosa. Sin embargo, a juzgar por el diseño y la arquitectura de sus fuentes, como la Fuente d’en Ribes o la Fuente de Sant Pau; por el espíritu de su público urbanita, a caballo entre deportistas y paseantes; por el murmullo ordenado del agua y de sus árboles apuntalados, como el Pi d'en Xandri; y, en definitiva, por su imagen satelital: un punto verde rodeado de gris, parecería que a priori, más allá de un parque natural (declarado por la Generalitat de Cataluña en el año 2010) fuese un jardín urbano, quien sabe si el más grande de Europa o del mundo (es 30 veces mayor que el Central Park de Nueva York); y no dudo que los últimos cien años lo haya sido. Pero Collserola se encuentra hoy en la última etapa de una metamorfosis: más allá de un jardín, un huerto urbano.

La Rural de Collserola / Foto: La Rural

¿Qué es un huerto urbano?

Dice la FAO que los huertos urbanos son espacios en el centro o en la periferia de las ciudades, exteriores o interiores, destinados al cultivo de hortalizas, frutas, legumbres, plantas aromáticas o hierbas medicinales, para el autoconsumo o el consumo comunitario. En nuestro país, donde tenemos una larga tradición de huertos urbanos en los lechos de los ríos y arroyos, en los márgenes de los caminos y autopistas, en los patios de las escuelas e institutos, o en los terrenos urbanos por edificar, recientemente hemos experimentado una eclosión de este tipo de agricultura en el ámbito específico de los balcones y terrazas comunitarias. Pero, por norma general, pienso que estos nuevos cultivos, casi siempre verticales o planteados en bandejas adquiridas en los centros de jardinería, guardan una intención más ornamental que no productiva, por lo que habría que considerarlos jardines y no huertos. Según la FAO, un huerto urbano puede llegar a producir hasta 15 veces más que una explotación rural, alcanzar los 20 kg anuales de alimento por m², y crear un puesto de trabajo por cada 100 m² cultivo; por supuesto, esto en manos de un profesional o de un aficionado muy dedicado.

Can Calopa de dalt es una cooperativa social de producción vitivinícola con un bar en vinos increíble abierto casi todos los días

Vuelve Can Ferriol

Collserola vive un momento especial con relación a los huertos urbanos productivos orientados a la comunidad. Más allá de los proyectos existentes de corte político o activista como Can Masdeu, una masía ocupada con huertos comunitarios y un programa de educación agroecológica muy completo, en el Parque Natural de Collserola afloran hoy iniciativas ecoproductivas como La Ortiga, una cooperativa de cestas ecológicas a domicilio con actividades educacionales y asesoramiento de huertos urbanos; Can Calopa de dalt, una cooperativa social de producción vitivinícola con un bar en vinos increíble abierto casi todos los días; o La Rural, una cooperativa de producción ecológica que acaba de adjudicarse un reto mayúsculo: la gestión integral de la finca y masía de Can Ferriol, de 86 hectáreas, perteneciente a Sant Feliu de Llobregat. El proyecto de La Rural, que ha sido seleccionado entre otras candidaturas igualmente interesantes, presenta un enfoque integral vertebrado en tres ejes: producción agroecológica y recuperación del olivo, la vid, la ganadería y la apicultura; un espacio de cohabitaje para cuatro familias; y un obrador artesanal energéticamente autosuficiente. El proyecto, que se está financiando a través de una campaña de micromecenazgo y la cooperativa de crédito COOP7, devolverá el campesinado a esta masía abandonada. Pongamos nuestro grano de trigo y hagamos de Collserola un huerto urbano con 10 millones de árboles, quién sabe si el mayor del mundo.

Estado actual de Can Ferriol / Foto: La Rural