Tras dejar atrás los marzuelos, las senderuelas o la setas de San Jorge (por poner algunos ejemplos de setas de primavera), la temporada de setas afronta con algunas dificultades su tramo decisivo. Normalmente, con las lluvias de mediados de verano, los bosques pirenaicos de pino rojo y pino negro se llenan de boletos pinícolas (Boletus pinicola), robezuelos (Cantharellus cibarius), rovellones (Lactarius sanguifluus) y níscalos (Lactarius deliciosus) que caldean el ambiente de cara a la recta final del partido. Con la sequía de este año, sin embargo, es como si nos hubieran negado la primera parte y, como en un partido aplazado, entráramos para más inri con un gol en contra. Sin embargo, en agosto llovió, y si el frío no cae como un relámpago ni se pone a soplar ningún viento huracanado (cosa que con el cambio climático es del todo imprevisible), las setas de las alturas aparecerán. De hecho, los primeros corros ya han asomado -aunque muy tímidamente-, y el hecho de que en las puertas de los Pirineos el Mercado de la Seta de Cal Rosal -el más importante de Cataluña y una visita obligada para todos los aficionados a los setas- haya comenzado rodar, denota que la situación no es tan excepcional como parece. En cualquier caso, en un año como éste toda precaución es poca, y reemplazar la lectura nocturna para el estudio de una guía de setas no suena tan descabellado; no sea que este año nos tengamos que conformar con setas cardenal, carboneras o hongos de tinta. Por otro lado, siempre nos quedarán las setas legales e ilegales de las Españas, de Francia, de Polonia, de Lituania o de Canadá que, de unos años a esta parte, han inundado los mercados del país a menudo a precio de seta nacional.
Sé consciente de que si aparece el dueño y te pide que te vayas, o incluso que le entregues las setas, deberás hacerlo
Afortunadamente, hay vida más allá de los Pirineos. Y, tratándose de las inclemencias meteorológicas, las penas de unos son las alegrías de los otros. Así, mientras en la cara sur de la Cerdaña recorren kilómetros sin ni rastro de boletus, en las comarcas de interior del sur de Cataluña ya no saben dónde poner los boletus negros (Boletus aereus) y los huevos de rey (Amanita caesarea). Para que os hagáis una idea de la magnitud de la cosecha, se comenta que los propietarios de las fincas están cobrando por recogerlos, y que con la entrada se incluye un porrón de garnacha y una degustación de ‘truita amb suc’. Ahora en serio, la temporada no podría empezar mejor en el interior de Tarragona. Pero ya que he sacado el tema, ¿te has preguntado nunca por los propietarios de los terrenos forestales donde entramos a coger setas? Frente a esta pregunta, es probable que te venga a la cabeza María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, popularmente conocida como la Duquesa de Alba, y aquel mito que se podría cruzar España de norte a sur y de este a oeste pisando exclusivamente sus propiedades. Lo cierto es que ni ella ni sus herederos tienen en Cataluña fincas forestales, y que la mayoría de nuestros bosques son de propietarios particulares como tú. Por lo tanto, cuando entres a un bosque a buscar setas (o piñas, o flores, o incluso leña), sé lo más limpio y respetuoso posible y no manipules las alambradas ni dejes las vallas abiertas -trata el bosque como si fuera tuyo-. Y sé consciente de que si aparece el dueño y te pide que vayas, o incluso que le entregues las setas, deberás hacerlo.
Los huevos de rey y el boletus negro son especies termófilas que crecen en tierras bajas, ácidas y ricas en silicio, como el sablón o la pizarra
Cómo encontrar Huevos de rey y boletus negros
Pero volvamos al sur de Cataluña y al inicio apoteósico de la temporada de setas. Cualquiera que allá abajo se gane el jornal con la viña conoce las plagas y enfermedades que en cuestión de pocas horas pueden arruinarle la vendimia. El mildiu del año pasado es un claro ejemplo, como la podredumbre gris de este año. Cuando esta enfermedad ocasionada por el hongo Botrytis cinerea se manifiesta, los campesinos se aprestan a recoger la uva, pero también a rastrear los bosques contiguos. Y eso es exactamente lo que está pasando estos días. Por lo tanto, si no aguantas las ganas de comer un carpaccio de huevos de rey con foie y un chorrito de vinagre, o una crema de boletus negros ahogados con mantequilla, pon rumbo hacia las Montañas de Prades y sus alrededores; en cualquiera de sus restaurantes encontrarás propuestas como estas y más suculentas todavía. Si, por otra parte, lo que quieres es hacer el primer cesto, atento a estos consejos. Sobre el huevo de rey y el boletus negro: ambas especies son termófilas (necesitan calor) y crecen en tierras bajas, ácidas y ricas en silicio (sablones y pizarras de hasta 1000 metros de altitud). Busca en lugares soleados y bien drenados de bosques de robles, encinas, y alcornoques con presencia de pinos, madroños, brezos y jaras. Para no confundir el huevo de rey con el matamoscas (Amanita muscaria), una seta tóxica, alucinógena e incluso mortal, asegúrate de que tanto el pie como las láminas de debajo del sombrero sean bien naranjas. El boletus negro, por su parte, se confunde con el hongo blanco (Boletus edulis), que tiene un ribete blanco alrededor del sombrero, o el boleto estival (Boletus aestivalis), con el pie reticulado; e incluso, por la esponja del anverso del sombrero, con la familia de los babosillos (Suillus sp.), aunque estos últimos presentan un sombrero viscoso e indigesto, pero que se pela con facilidad. Finalmente, cualquier boletus que presente una coloración rojiza, no lo agarres: podría ser un boleto de satanás (Boletus satanas).
Tendría más sentido hablar de pescar setas que cazarlos, por estúpido que suene
Termino hoy abordando una cuestión importante: ¿por qué en catalán decimos ir a cazar setas? El hecho es que ni Josep Pla lo tiene claro (Las horas, 1953): «En otoño, la gente de mi país va a cazar setas. El verbo es algo hiperbólico. En lugar de decir que van a buscar setas, dicen cazar setas. ¿Lo dicen porque son tan recónditos y difíciles de encontrar? No lo sé. El hecho es que dicen que van a cazar setas», ni Vázquez Montalbán aporta tampoco una argumentación esclarecedora (el Arte de la comida en Cataluña, 1977):«Es tan seria la búsqueda de la seta que en Girona la llaman caza». Por mi parte, hace unos meses escribí que ir a buscar setas suena como aguado, porque la caza (la llamada actividad cinegética) requiere coordinación, puntería, oído, sosiego... y un conjunto de disposiciones más o menos ajenas al mundo de las setas. Y que, en cambio, considerando aquello consustancial a la pesca (delicadeza, tacto, paciencia, perseverancia ..), tendría más sentido hablar de pescar setas que no cazarlas, por estúpido que suene. Sobre este debate, hoy me dispongo a anotar una relación de conceptos: dejando de lado que la caza y la recolección de setas se practica en el mismo ambiente (es probable que la expresión tenga simplemente este origen elemental), el hecho es que el nombre de algunas setas guardan relación con animales: pierna de perdiz, cresta de gallo, oreja de gato, lengua de vaca, pie de rata, cola de caballo, pedo de lobo). Por tanto, tratándose de animales, ¿qué mejor que ir a cazarlos?