El pasado 1 marzo, solo una semana después del inicio de la guerra en Ucrania, se celebraba en la suite Royal del hotel Mandarin Oriental de Madrid una cena para dos personas valorada en 300.000 mil euros. ¿Los afortunados? El actor Robert de Niro y su acompañante, quien, por cierto, es accionista de la cadena de hoteles gastronómicos Nobu Hospitality, con un establecimiento en la renovada Torre Catalunya de la ciudad condal. Bien, reconozco que la noticia me pilló desprevenido y que mi primera reacción fue tildar de animalada aquella comida. Cómo era posible que con el primer millón de refugiados ya en Polonia —y ya van 4— y la sombra del hambre extendiéndose rápidamente por territorio ucraniano, a alguien se le ocurriera destinar esta morterada de dinero a embutir dos estómagos cuando la suma serviría para alimentar a miles de bocas famélicas?? Indudablemente, había algo que me perdía; pero no fue hasta descubrir la cara de Joan Roca entre los responsables de ese banquete que respiré tranquilo. Si algo aprendí durante los años que trabajé para él, es que la alta cocina, al menos la que se practica en su casa, no vale lo que el cliente está dispuesto a pagar, sino lo que realmente cuesta. Entonces, si Joan, junto con Quique Dacosta, Martin Berasategui, José Andrés y el argentino Mauro Colagreco (del restaurante francés Mirazur) había firmado aquel menú, me quedaba claro que eso de los trescientos mil euros lo tenía que coger con pinzas. Y, efectivamente, no iba desencaminado: no era más que un desafortunado reclamo publicitario.
"Aunque me quite el sombrero con toda la campaña, es un hecho que el titular llegó en un mal momento"
Todo este revuelo empezó hace un año cuando la organización de la feria Madrid Fusión Alimentos de España, de la mano de la agencia Leo Burnett Madrid, lanzó una campaña para convencer al actor Robert de Niro de ser la imagen del evento del 2022. La ruta para conseguirlo, sin embargo, debía ser tan original que ni el actor pudiera negarse ni dejara indiferente a nadie. Y lo cierto es que lo consiguieron. A través de un vídeo colgado en internet que no tardó en viralizarse hasta llegar al mismo actor, el supuesto abogado de Madrid Fusión le daba 48 horas para decidir si quería convertirse en la imagen del evento a cambio, únicamente (y con esto quiero decir sin otra retribución económica o material), 'del menú degustación más exclusivo jamás elaborado'. La respuesta de De Niro, aunque llegó a las 72 horas, fue contundente: 'I'm in, of course I'm in!' (acepto la invitación, ¡por supuesto que sí!). Y a partir de aquí, el resto de la historia ya la conocéis. Ahora bien, ¿y los 300.000 euros? De entrada, quisiera comentar que la comida en cuestión, un total de 16 pasos a base de jamón ibérico de bellota, queso, gamba roja, angulas, guisantes de lágrima, cocochas, trufa, caviar o leche de oveja ripollesa, junto con una gran selección de vinos (como un Vega Sicilia Único de 1989 o un López de Heredia Viña Tondonia Blanco Gran Reserva 1964), apenas sumaban unos pocos miles de euros. De hecho, lo más caro de la cena fue, irónicamente, el emplazamiento escogido: solo la noche en la suite Royal del hotel madrileño cuesta veinte mil euros (+ IVA). Así pues, ¿de dónde salen los, pongamos, 275.000 euros que faltan por alcanzar la estrepitosa cifra de 'la comida más cara de la historia'?
La respuesta a esta pregunta es más sencilla de lo que parece. En resumen, 300.000 mil euros es el hipotético caché del actor para una acción de estas características. Es decir, que en el momento que el actor promociona el evento a cambio de una comida, la comida pasa a costar la supuesta remuneración del actor. Tan obvio como esto. Sin embargo, aunque me quite el sombrero con toda la campaña, es un hecho que el titular llegó en un mal momento. Y lo más paradójico de todo es que el chef José Andrés, alma de la fundación World Central Kitchen, ni siquiera participó físicamente en la cena (cosa que delegó al cocinero Carlos Tejedor) por estar, justamente, en la frontera de Ucrania entregando alimentos a los refugiados. En cualquier caso, la cosa fue así y que cada uno saque sus propias conclusiones. Sin embargo, el tema no acaba aquí. Quiero decir, más allá de la comida más cara del mundo, que por la misma regla de tres debería ser aquella que prepare Elon Musk si consideramos que gana 21.000 euros al minuto (por tanto, unos espaguetis preparados por él costarían unos 500.000 mil euros), me pregunto si la de Madrid no ha sido en realidad la comida más barata de la historia. Quiero decir, que una cena como esta no le costara ni un duro al Robert de Niro... alguien que está acostumbrado a pagar, como cualquier otro, por lo que pide en los restaurantes... eso sí que me parece un negocio redondo.