Lisa y llanamente: la resaca hace verano. Demonizada, desplazada y relacionada con bebedores de segunda categoría, lo cierto es que levantarse roncos, secos y con la cabeza dando tumbos puede convertirse en una experiencia extraordinaria repleta de placeres y emociones. Eso sí, es necesaria una actitud crítica, capaz de resignificar la resaca y acercarla, entre otras estrategias, a la cultura de la resaca de aquellas sociedades denominadas por la psicología como secas.
Hay que abrazar la resaca como una sacudida emocional más allá de un descalabro físico asociado a una deshidratación severa
A diferencia de las sociedades líquidas como la nuestra, donde el consumo de alcohol es constante y en pequeñas cantidades, en las sociedades secas el alcohol se consume ocasionalmente, quizás sólo los fines de semana, pero en grandes cantidades. Este es el caso de las sociedades anglosajonas, por ejemplo, o de la mayoría de sociedades latinoamericanas. El hecho es que, cuando la resaca es la norma general, esta no se percibe como un desequilibrio a medio camino entre el alcoholismo y la inmadurez, sino como un eco de la alegría y la diversión de la noche anterior. Y este es el primer paso para disfrutar de una buena resaca: más allá de una penitencia, una humillación colectiva o el castigo por haber bebido en exceso, hay que percibir la resaca como una recompensa por haber vivido intensamente. ¿O acaso las noches alocadas de verano no son la prueba irrefutable de que todavía estamos vivos?
Si de resaca abres el móvil y lees que necesitas alimentos muy concretos como plátanos o huevos, tú ni caso
La cultura de la resaca
En la medida en que casi todas las sociedades consumen alcohol, aunque sea en pequeñas dosis al abrigo del hogar (¿u os pensáis que los centenares de miles de botellas de güisqui que salen cada año hacia los países musulmanes se las bebe sólo la población extranjera?), se podría decir que la resaca es un fenómeno global. Sin embargo, la cultura de la resaca, que describiré como el complejo entramado de prácticas y conocimientos, valores y creencias sobre dónde, cómo, cuándo, con quién y por qué se experimenta una resaca en una determinada sociedad, varía sustancialmente de país en país y en cada contexto histórico. En el seno de la susodicha cultura líquida catalana, por ejemplo, es curioso observar que la cultura de la resaca (o de la caparra, como también se diría en catalán), prácticamente no existe; o si lo hace, utiliza rutas sutiles como las encriptadas en nuestro refranero: "qui sopa de vi esmorza aigua" ('quien cena vino desayuna agua') o "qui dissabte balla diumenge dorm" ('quien el sábado baila el domingo duerme'). En cambio, y ahora hablo por experiencia propia, no hay un país latinoamericano que no tenga un ritual preparativo, un compendio de recetas o incluso una lista de bromas y chistes sobre la resaca. En Bolivia, por ejemplo, donde la resaca se llama chaki, antes de beber alcohol se engulle una cucharada de aceite —también las personas mayores; cuando se está de resaca se toma caldo de cardán (es decir, sopa de pene de toro); e incluso en la televisión se publicitan todo tipo de medicamentos como cócteles de ibuprofeno con bicarbonato y vitaminas o parches revitalizantes con el fin de contrarrestar sus efectos.
Una sacudida emocional
Para disfrutar de una buena resaca es preciso, en primer lugar, un cambio de mentalidad al respecto: talmente como si se tratara de cualquier enfermedad o la propia covid, hay que abrazar la resaca como una sacudida emocional más allá de un descalabro físico asociado a una deshidratación severa. Por este motivo, si de resaca abres el móvil y lees que necesitas alimentos muy concretos como plátanos o huevos, tú ni caso. En cambio, si te emociona la pizza, los tacos o incluso un ceviche, el ácido del cual dicen que irrita la mucosa intestinal, entrégate con fervor a ellos. A mí, por ejemplo, cuando estoy de resaca (y cuando no lo estoy también, aunque no me produce el mismo placer), el pescado frito con un chorrito de limón me embriaga. Y lo mismo siento con cualquier guiso o plato picante, aunque ni las frituras, ni la grasa, ni el picante están justamente indicados para sofocarla. Pero si hay algo que tienes que considerar cuando estés en este estado, es rodearte de tus seres queridos en lugar de esconder la cabeza como si fueras un avestruz. ¿O quién mejor que ellos para recobrarte del estruendo emocional que implica pasar del cielo al infierno, del alcohol al acetaldehído (sí, el compuesto tóxico y cancerígeno que se genera dentro de nosotros a consecuencia de la oxidación del alcohol ingerido)? Así pues, ahora que por fin han llegado las vacaciones y que las probabilidades de una resaca han aumentado considerablemente, después de torturarte, maldecirte y prometerte que no nunca más volverás a beber, esta vez, sencillamente, considera disfrutar de este momento.