Seré sincero e iré directo al grano: yo también I have a dream. Que pedir un café en cualquier municipio de Catalunya no sea un deporte de riesgo. Que beber café no sea sinónimo de tener dolor de barriga veinte minutos más tarde. Que el concepto aguachirri, en definitiva, se borre de nuestra memoria y no sea nunca más pronunciado en boca nuestra después de un trago de cortado en algún restaurante donde el ticket vale cincuenta euros pero el café, en cambio, no tendría que valer ni cinco céntimos. Yo tengo este sueño, cafeteros del mundo. Amigos míos, conciudadanos míos, hermanos míos que sufrís, como yo, el calvario del desencanto permanente cuando en cada bar, en cada taberna y en cada cafetería de la ciudad bebéis café sin sentir el placer que nos inflama el alma cuando lo bebemos en Nápoles, en Lisboa o en Tánger.

Encontrar un espresso así en Catalunya es, todavía, ciencia ficción. | Adi Goldstein

Yo tengo este sueño, ya que mi sueño es el vuestro y todos queremos que nuestra ciudad se convierta en una ciudad como estas que he mencionado, ya que una ciudad donde se bebe buen café es, en definitiva, una ciudad donde vale la pena vivir. Por eso estamos aquí hoy, porque un buen grupo de sibaritas del café ha decidido crear el C.A.F.E y presentarnos a las elecciones municipales de mañana con el objetivo que nos une: si ganamos, la Confederación Amistosa de los Flipados del Espresso prometemos colectivizar todas las máquinas de café espresso de la ciudad, comprar el mejor café en grano hecho en Catalunya y alcanzar, así, un grado más elevado de bienestar. Tennos confianza, hablamos el mismo idioma que tú porque tenemos el mismo paladar. Queremos, en definitiva, una ciudad en la cual no haya que haga falta caminar siete calles para beber un café bueno, sino una ciudad donde en cada esquina haya el mismo buen café que en el bar de la esquina siguiente.

Para conseguirlo, sin embargo, tenemos que estar unidos. Hay que tumbar la tiranía del café malo, aguado y torrefacto que desde hace décadas se ha impuesto a casi el 99% de las cafeterías de nuestra casa, convirtiendo así nuestra existencia en un suplicio lleno de lamento y dolor. Algunas noches, lo sabemos bien, nos levantamos excitados y nostálgicos después de haber soñado aquel último ristretto en el Gran Caffè Gambrinus de Nápoles, pero después salimos a la calle, nos detenemos en el primer bar para sacarnos el mono y caemos en la depresión ante una dolorosa evidencia: aunque hayamos pedido un café, haber especificado 'solo', haber añadido vehemente el adjetivo 'corto' e incluso haberlo acompañado gestualmente con dos dedos así casi unidos, el camarero de turno acaba sirviéndonos una taza llena a tope, más caliente que el Vesubio en erupción y en la cual el café, más que café, parece un caldo con un retrogusto tan desagradable como masticar cartón húmedo.

Una estampa tan difícil de encontrar en Catalunya que parece lo que es: arte contemporáneo inalcanzable. | Nao Triponez

Decimos no al mal café porque queremos decir sí al placer, sí a la felicidad. Sí la vida, en definitiva. Contra aquellos que nos acusan de radicales, nosotros tenemos una respuesta: somos radicales, ya que no hay nada más radical que amar profundamente una cosa tan sencilla, tan ínfima y tan pequeña como un café. Somos radicales, ya que aseguramos tolerancia cero contra los bares que no limpian bien la cafetera, las cafeterías con máquinas que no tienen 9 bares de presión o los restaurantes que parecen tener sensibilidad para todo excepto para el café, al que tratan con el mismo desprecio que nosotros mostramos por la gente que bebe té. Somos radicales en la forma y en el fondo. De extrema izquierda en algunas cosas, como por ejemplo municipalizar la maquinaria y el producto a fin de que los establecimientos de restauración tengan buen café, pero también de extrema derecha, ya que no haremos la vista gorda con nadie que no trate el café como lo que es: poesía líquida, densa y breve, como uno bueno hacia.

Algunos nos dirán totalitarios, algunos nos dirán inflexibles y algunos nos dirán represores, pero dejadme deciros que tienen razón: amigos, si soy elegido alcalde, no me temblará la mano. ¿Sabéis aquellos camareros que cuando pides un café 'corto', en vez de hacértelo con delicadeza, se dedican a pulsar el botón de la máquina, ir a lavar unos vasos, servir uno quinto a quien tienes al lado en la barra, recoger el café y tirar la mitad de la taza -que no era la de un café corto- con el fin de hacerte creer que aquello es un ristretto? No habrá impunidad con esta gente, ya que son ellos, también, los terroristas que hacen de esta ciudad un lugar peligroso y oscuro. Crearemos una unidad policial especial, la policía cafetera, que se asegurará de una sola cosa: que en todos los locales de la ciudad se pueda pedir un café sin temer acabar en Urgencias por culpa de una gastroenteritis. De los camareros que sirven un café con leche cuando pides café con gel tampoco no nos olvidamos, pero eso os lo explicará mejor mi compañero Jofre Llombart, número 2 de la lista y futuro concejal de Cultura, Lengua y Hedonismo.

La sinestesia es la figura retórica que describe la confusión de sentidos, por eso esta foto puede olerse. | Pexels Chevanon

No me quiero alargarme más, compañeros. Esta ciudad necesita un cambio y este cambio huele a café. Esta ciudad necesita recuperar las tertulias, las citas presenciales en tiempo de conversaciones por Whatsapp y las barras de bar llenas de gente de pie haciendo una pequeña pausa en medio del ruido del mundo gracias a 15 ml dentro de una taza. Eso queremos y eso haremos, por eso os he dicho que tengo un sueño: hacer de esta ciudad un paraíso cafetero donde los cafés valgan 1€, donde con un café siempre te sirvan un vasito de agua y donde todo el mundo, incluso los italianos que viven con nosotros, sepan que en la ciudad del café se habla catalán. Eso queremos y eso haremos, ya que queremos hacer saber a todo el mundo que en un rincón de mundo dentro de este rincón de planeta denominado Catalunya, hay un lugar donde la gente es más guapa porque bebe buen café, donde la gente sonríe más porque bebe buen café y donde la gente es más pasional porque bebe buen café.

Un lugar, en definitiva, lleno de soñadores como yo y como tú, ya que lo mejor de beber café es eso: que una vez te acostumbras, te trastoca tanto el sueño que en vez de soñar de noche, acabas viviendo soñando todo el día. Por eso, cuando el sueño acaba y te das cuenta que no es real, que este mitin político no existe y que mañana en los colegios electorales no habrá ninguna papeleta con el C.A.F.E., vas al único bar de confianza donde sabes que hacen buen café, te pides uno y la vida, ni que sea durante cinco minutos, vuelve a valer tanto la pena como el sueño de un mundo donde el buen café es universal.