Nos gustan las comilonas protocolarias. Presentaciones, vernissages, lecciones magistrales, actos inaugurales: sea la ceremonia que sea, pero siempre que haya alguna cosa para picar. A veces eso no se anuncia en la invitación, pero cada vez es más habitual que te lo especifiquen. Si no hay perspectivas de conseguir ni que sean unas pastas saladas o un cava caliente (y generalmente malo) en un vaso de plástico, no consideramos que valga la pena levantar el culo del sofá. La naturaleza humana es así, y ergasters y afarensis, erectus y habilis, denisovanos y H. heidelbergensis, antecesores y neandertales, cromañones y sapiens-sapiens siempre han agradecido que alguien les ofreciera comer y beber gratis, ni que sea a cambio que algunas autoridades o representantes de instituciones públicos o privados te claven un discursillo.

El viernes pasado, los infrascritos tuvieron el honor y la oportunidad de ir a la presentación de la edición de este año del Festival de Música Antigua de los Pirineos (FEMAP). Lo hicieron en la sala de plenos del Ajuntament de la Seu, presidido por los severos retratos de los cuatro evangelistas. Villaró, en su vida anterior como archivador (que es la simbiosis entre el mueble y la persona) encontró una deliciosa crónica de un refresco municipal, a final del siglo XVIII, donde un canónigo de la catedral fue pillado escondiendo melindros detrás de una butaca para llevárselos después en casa.

El acto tuvo parlamentos juiciosos y sobre todo breves, donde los invitados son sobre todo los representantes de los cuarenta municipios donde se dan conciertos. No hay tiempo para perder, porque en la catedral de Santa Maria de Urgell nos esperaba Ariadna Savall con sus arpas y liras, ante un conjunto de bregadísimos músicos y cantantes, para deleitarnos con los cantos apocalípticos de la Sibila y un fascinante poema místico cantado en noruego antiguo. Pero vamos a las cosas importantes: al fato. Había, de entrada, una garantía importante. El proveedor. El catering, como se dice ahora. Como es ya habitual, se cuidaba la asociación Menja't l'Alt Urgell, que reúne a un buen grupo de artesanos alimentarios de la comarca. Con Marisol Salvador y la Urgell Isus en frente, nada podía fallar. Hay que impresionar a los ilustres visitantes, que vienen de punta a punta de nuestros Pirineos, con los productos de la tierra. Una rápida inspección de las bandejas que había encima de la mesa nos permitió hacer una composición de lugar del cual nos ofrecían.

Para empezar, los quesos. Oh, los quesos: el mítico Ermessenda, uno de los quesos insignia de Salvador Maura, alma de la quesería Mas d'Eroles, de Adrall, hecho con leche cruda ecológica de casa del Franch de Bellestar. Ya solo con este lo tendríamos salvado. Pero no se vayan todavía, que hay más: el mítico Castell-llebre, de la Penella, este en la versión de leche cruda de cabra —tienen otra pasterizada, pero no es hacia lo mismo. Y, para acabar de rematarlo, un sensacional Coscollet de l'Oliva, quesería olianenca, también de leche cruda de cabra, que tiene una preciosa costra mohosa con los mismos hongos que dan carácter al Camembert, el Geotrichum candidum.

Bien, cuatro quesos de nada, dirán los quejicas de siempre. ¿Y qué más? Hombre, unas platas generosas de embutidos de Carns Àngel de Peramola, que es una casa centenaria donde hacen un producto exquisito. Longaniza, chorizo. Sí, ya sabemos que aquí arriba no hay mucha tradición, de chorizos y similares, pero lo hacen y buenísimo. Siguiente pregunta. ¿Y de beber, qué? Esta es fácil. El vino blanco, el fenomenal Carisma, elaborado con Gewürztraminer y Riesling que crecen en el pueblo alto-urgelense de Montanissell. Un vino con carácter que se está convirtiendo en un clásico. El negro era otro clásico: el Salvavides del Batlliu de Sort. Tempranillo, Merlot y Garnacha. Las patatas rubias (nos gusta, reivindicar: mejor rubias que fritas) eran de casa Sastret, que las hacen en Oliana. Y la coca de provisión y el pan con tomate, del horno Tahussà, de Coll de Nargó.

En resumen, una perfecta demostración de cómo se puede organizar una cata coherente, deliciosa y sin tener que ir a buscar nada en el Perú o en Nueva Zelanda. De hecho, ya es tradicional que el FEMAP organice algunos de los conciertos del festival con catas de productos locales. En Sort, el 20 de julio, con el concierto de Tamar Lalo se podrán degustar quesos de Tros de Sort y vinos del Batlliu; el día siguiente, en Llívia, quesos de Montmalús y cerveza de casa Margarit. En Tremp, el 27, Música Trobada, con vinos de la Solana Roivert y lácticos de Formatges del Pallars. El día siguiente, en la capilla del Seminario de la Seu, la cerveza de Cal Margarit y quesos del Pujol-Orra. Más información en femap.cat. ¡Buena música y buen provecho!