Llamo al Bar Iberia para reservar mesa, no sea que esté cerrado, que después de las fiestas muchos bares y restaurantes aprovechan para cerrar y cargar pilas unos días. Me coge el teléfono Longinos Álvarez y me confirma que tienen abierto, así que reservo mesa, me preparo y me voy hacia allí. Cojo la moto para cruzar la montaña de Montjuïc y, pasados la Fundació Miró y el Estadi Olímpic, me detengo debajo de unos pinos para disfrutar de la panorámica de la ciudad para continuar montaña abajo hasta la calle Mare de Déu del Port, lejos de la Barcelona turística y donde se encuentra el Bar Iberia.
Los hermanos Francisco y Longinos Álvarez nacieron en el barrio de Sants-Montjuïc y tuvieron la oportunidad ahora hace unos ocho años de coger el Bar Iberia. Me comentan que la pandemia casi les hace cerrar el local, pero finalmente no fue así y han salido reforzados de todo ello.
Es hora de comer y el local está hasta los topes. Nada más entrar, me saluda Francisco desde la cocina y Longinos me sienta en una mesa al lado de la barra, desde donde veo como la mayoría de los parroquianos se conocen, pues se saludan y charlan entre ellos.
Me dejan el menú y una botella de agua sobre los manteles a cuadros, mientras pienso que las patatas con pulpo y las alcachofas al horno me apetecen, los dos platos se los están zampando en la mesa de al lado y tienen muy buena pinta. Pero mirando la pizarra colgada en la pared cambio de idea.
Empiezo con unas manitas de cerdo con trompetas de la muerte fuera de menú que están exquisitas, para mojar pan. Siempre se ha dicho que las manitas de cerdo constituyen tanto un segundo plato como un suculento desayuno de tenedor; yo las pido de primer plato, que no se diga.
Una pared del bar está llena de míticas imágenes del Club Atlético Iberia, de aquí el nombre del local, un equipo histórico de Barcelona con más de 70 años de historia y que actualmente juega en Segunda Catalana. También cuelga de la pared el escudo del equipo, claro.
El local da buen rollo, con un ambiente de bar de toda la vida y sus camareros con delantal negro yendo arriba y abajo, donde las conversaciones fluyen a más decibelios de los necesarios convirtiendo el comedor en una fiesta, pero también la cocina, de donde se les oye reír ahora mismo. Todo, un gallinero curioso y divertido.
De segundo, me traen unos calamares con judías de Santa Pau. Los calamares son frescos y las judías se deshacen en la boca. Estoy llenísimo y no puedo más, pero me insisten en que tengo que probar el pastel de queso de la casa; y cierto, vale mucho la pena.
El Bar Iberia es un bar muy recomendable para huir del tsunami turístico, donde podrás comer uno de los mejores desayunos de tenedor de la ciudad probando sus callos con capipota, el bacalao con chanfaina o con judías, el pulpo a la brasa, los calamares, las chuletas de lechal o cabrito a la brasa o las manitas de cerdo con garbanzos. Aunque su menú de mediodía no se queda atrás. Entre los platos del día también puedes encontrar sus especialidades: los calamares rellenos de butifarra y setas, el rabo de buey, el capipota a la catalana o la perdiz en escabeche.