Llego al restaurante Fismuler, dentro del hotel Rec Barcelona, sobre la una y media, como tiene que ser. Una vez en la mesa, oigo hablar catalán en las mesas de al lado, hecho que me sorprende y no debería ser así. El comedor está casi lleno, algunas mesas están llenas —parece— de personal de las oficinas próximas; otras, de gente joven que pasaba por el barrio y, por último, alguna con turistas —móvil en mano— sin parar de sacar fotos de los platos.
Vale la pena recordar que el local es relativamente nuevo en Barcelona, abrió hace un año y pico, me comenta Alba Mozo, que está al frente del restaurante. Encuentro que el espacio es casual, pero a la vez muy acogedor. Oigo música jazz, pero muy a lo lejos, y apostaría lo que fuera a que es Art Tatum. Como digo, el espacio lo conforman mesas y sillas de madera, en medio del cual veo una barra desde donde se coordina todo el servicio, también una cocina a la vista al final del local y unas enormes vidrieras que ocupan toda la fachada principal del edificio, por donde entra la luz diurna que ilumina el local. El restaurante está situado, concretamente, en la calle del Rec Comtal, entre el paseo de Sant Joan y el pequeño pasaje de L’Hort dels Velluters, en Ciutat Vella.
El restaurante Fismuler es el proyecto catalán de los hermanos Nino y Santiago Redruello, jefe de cocina uno y jefe de sala el otro, junto con el recientemente inaugurado Molino de Pez, ambos pertenecientes al conocido grupo La Ancha, formado por la cuarta generación de la familia Redruello, que lleva ya más de cien años alimentando a los estómagos más exigentes.
Asimismo, el primer restaurante que abrieron los Redruello en Madrid fue La Estrecha y seguidamente La Ancha, en la calle Velázquez, en referencia al tamaño de la fachada de los correspondientes restaurantes. Este último es el buque insignia de la familia, situado actualmente en la calle Príncipe de Vergara.
Llevo tanto rato sin comer nada, que tengo un apetito voraz. Así pues, empiezo con una tostada con paté de cerdo y pollo con avellana y pepino encurtido en vinagre, una ostra Guillerdeau del número tres y el canapé de tartar de gambas, todo debidamente regado con agua de Solán de Cabras. Hay que cuidarse de cara a las Navidades, no vaya a ser que nos quedemos por el camino antes de llegar.
Acto seguido, ataco la col asada con miso, puré de ajo negro y hierbaluisa, un poco de verdura nunca está de más. Hay que decir que está tierna y sabrosa, adoro la col en esta época del año; ya lo dice el dicho "Cada cosa por su tiempo, nabos y coles por el mes de Adviento". Sinceramente, creo que la col no tiene el reconocimiento que debería tener, es decir, es sana, barata y se puede cocinar de mil formas distintas. Recuerdo los rollitos de col a la antigua que preparaban como nadie en el Senyor Parellada de la calle Argenteria, posiblemente la receta la mantienen en la carta de la Fonda Europa de Granollers, vete a saber, cualquier día me acerco para comprobarlo.
A continuación, pruebo el chipirón de anzuelo, suero de leche y remolacha, que está excepcional, y continúo con la corvina a la brasa con kimchi, uno de los platos estrella de Fismuler, que preparan en salazón con azúcar y sal a partes iguales, y acompañan de uva, que le aporta algo de dulzura. Cabe decir que el toque asiático en todo lo que me llega a la mesa le da un punto de alegría al resultado final, pero teniendo en cuenta la calidad del producto, quizás no habría que abusar demasiado, pero va a gustos.
Por fin me llega el escalope San Román, de un tamaño considerable, al menos un par de palmos. El camarero le añade el huevo crudo y la trufa de invierno rayada por encima, y posteriormente lo corta con tenedor y cuchara. Le pregunto que por qué no utiliza el cuchillo, y me contesta que así el cliente puede apreciar lo tierna que está la carne antes de probarla.
Concluyo la comida con un pastel de chocolate con helado de vainilla, y dejo el plato bien limpio, coincidiendo con que la música ha parado al haberse terminado el disco. Aprovecho, pues, para marcharse, no sin antes despedirme de Alba, que me invita a visitarlos en La Ancha cuando visite Madrid y, por supuesto, tomo nota.
El restaurante Fismuler es una muy buena opción en Ciutat Vella que se está ganando la confianza de los barceloneses a golpe de cocina directa, producto de una calidad exagerada y un servicio que hace que te sientas como en casa, no dejéis de visitarlo.