Las fiestas son siempre bienvenidas; sin embargo, no tengo nada claro que las fiestas de Gracia progresen adecuadamente, expresión, por cierto, que utilizan a los maestros de primaria para evitar explicar a los padres que el niño no llegará a ser un premio Nobel, pero que va tirando. Como decía, con más doscientos años de historia a sus espaldas, quizás ha llegado el momento de revisar el modelo de este tipo de jaranas para evitar que la oleada de gente que invade el barrio durante las celebraciones expulse, año tras año, a los vecinos exasperados, obligándolos a huir, y no es para menos, como si se tratara de un gran desastre natural debidamente anunciado.
Así, entre calles engalanadas, paseantes que las contemplan, papeleras llenas de latas de cerveza y esquinas antihigiénicas, cruzamos la preciosa Vila de Gràcia, de la plaza Joànic a la plaza de la Vila, desde donde sale la estrecha calle Mozart, por cierto, ganadora este año del concurso de calles adornadas de Gracia, y en la que encontramos el restaurante Diània, fundado ahora hace unos años por los hermanos gemelos Roger y Jordi, naturales del País Valencià, concretamente de la comarca de La Safor.
Llegamos puntuales y entramos en el local a la hora acordada, después de una obligada ojeada en la calle Mozart, este año adornada con una propuesta que ofrece un viaje a Japón. Apoyados en la barra y como quien no quiere la cosa, nos ventilamos unas cañas para hacer pasar el "caloret" mientras esperamos para sentarnos a la mesa. Hoy nos toca mesa al final del comedor, en el rincón de la ventana que comunica el comedor con la barra y junto a la cocina, que no es a la vista.
Mientras nos zampamos la ensalada de temporada con tomate, cebolla y olivas, y la rusa especial de la casa, que está buenísima, observando el buen ambiente del local y el ritmo incesante del personal de sala, brindamos por el verano y por las fiestas con un Albariño elaborado en Requena, el Pago de Tharsys Vendimia Nocturna.
Disfrutamos también de unas coquinas grandes y sin arena, salteadas con un poco de ajo y perejil, que no podemos parar de comer.
En la carta del Diània barren para casa, con propuestas tan tentadoras como el humus de garrofón, el espencat con capellán o la sepia con picadita. Pero lo que es realmente espectacular son los arroces, entre los cuales destaca, como es obvio, la paella valenciana con pollo, conejo, judía verde y garrofón, pero también el arroz a banda, negro o del señorito.
En la mesa compartimos una paella valenciana y un arroz del señorito hecho con sofrito de cebolla, sepia, gamba y caldo de pescado, que encontramos impecables, los hermanos se dan buena mano, con los arroces. Me comentan que los hacen a la manera de siempre, recuperando sabores de su infancia.
Jordi me explica que abrieron hará unos seis años, justamente por las fiestas. Ellos, sin embargo, ya vivían en Gracia, por este motivo decidieron abrir la taberna en el barrio. Su hermano Roger es cocinero de profesión y él se autodefine como autodidacta. Entre los dos se complementan a la perfección, quizás gracias a los años que han trabajado juntos en diferentes restaurantes antes de que saliera la oportunidad de coger el local de la calle Mozart. Al principio, pensaban hacer alguna paella, pero no tenían ni idea de que gracias al éxito de sus paellas, llenarían el local cada día. Están muy contentos, me confiesa.
Acabamos con unas trufas de chocolate que elaboran ellos mismos y nos despedimos de Jordi, no sin explicarnos antes que Diània es un conjunto de comarcas del País Valencià y que su abuela era nacida en el barrio del Poble Sec, por eso siempre tiene sentido volver a los orígenes y no olvidar el pasado.