Hoy he visitado La Esquinica, uno de los auténticos santuarios de las tapas en nuestra casa, fundado hace 50 años por José María Utrilla, nacido en Teruel. Él, sin embargo, ya llevaba unos cuantos años en Barcelona trabajando en la desaparecida Gran Bodega de la calle València antes de coger La Esquinita, local que ya existía y que convirtió en La Esquinica.

El primer bar La Esquinica fue fundado el año 1972 en el barrio del Turó de la Peira, concretamente, en la esquina entre las calles Montsant y Cadí. Años más tarde, se incorpora al negocio Paco Marco, actualmente al frente del negocio, para ayudar a su cuñado José María. Con el tiempo, el negocio fue ganando adeptos, en parte, gracias a sus tapas, pero también su buen saber hacer. Sus patatas bravas los catapultaron a la fama rápidamente e hicieron que el local se llenara cada día y se formaran largas colas de parroquianos en la entrada del local ansiosos por degustar sus tapas.

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Terrassa de La Esquinica / Foto: Víctor Antich

Pero, entonces, llegan los años ochenta y con ellos, la aluminosis, a consecuencia de la cual muchos de los edificios existentes fueron derribados para evitar su hundimiento. Una de las casas que sufrió el derribo, como podéis adivinar, fue justamente donde se ubicaba el bar La Esquinica. Así, finalmente, el año 1997 los cuñados cogen los trastos y se trasladan a un local más grande, más luminoso y con una gran terraza en el paseo de Fabra i Puig, junto a la plaza Virrei Amat.

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El Paco de La Esquinica / Foto: Víctor Antich

Como he dicho, Paco y su cuñado, ahora ya jubilado, son nacidos en Teruel, en la parte de Albarracín, y por supuesto este hecho se pone de manifiesto en cada rincón del local. Así, por ejemplo, la impresionante barra hecha con cerámica de Domingo Punter, conocido ceramista de Teruel con legado de cinco generaciones; o el mural que preside el comedor; los cachirulos que cuelgan por todas partes, recuerdo de los clientes que han pasado las fiestas en sus respectivos pueblos, y, cómo no, alguna Pilarica estratégicamente colocada.

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La Esquinica, en 1984 cuando se ubicaba en la calle Cadí/Montsant / Foto: Cedida
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Comedor de La Esquinica / Foto: Víctor Antich

Mientras charlamos con Paco, aprovecho para desayunar un plato de longaniza de Aragón con un poco de jamón de Teruel, acompañado debidamente de un vaso de vino de cariñena. Me quedo pasmado, todo dios que entra lo saluda, es toda una eminencia. Aunque el local está casi lleno, me comenta que ahora están relajados, porque mucha gente se ha ido ya de vacaciones. En septiembre, cuando empiezan los colegios, dice que tienen otra dinámica. Ellos son verdaderos especialistas en tapas clásicas de toda la vida, han huido de ir renovándolas y las cocinan igual que hace cincuenta años. Las anchoas, por ejemplo, las desalan ellos mismos, el boquerón lo hacen también ellos, las bravas de La Esquinica son pura artesanía, las croquetas que son de cinco sabores diferentes, la longaniza de Aragón, la chistorrica o la morcillica, los chocos o los chipirones son algunas de las cincuenta tapas que conforman la carta.

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Cocina de La Esquinica / Foto: Víctor Antich

Me hace la coña con que vino a Barcelona por un fin de semana y que todavía le dura. Me confiesa que encontró una Barcelona encantadora y con muchas oportunidades, algunas de las cuales supo aprovechar. Comenta que otra cosa es la constancia y el esfuerzo de muchos años, sin los cuales no estaríamos aquí sentados comentando la jugada. Tiene muy clara la conciliación laboral para él y para todos sus trabajadores, dice que es la parte más importante para mantener a la familia contenta y unida. A Paco no le haría falta pasar por el local cada día y, no obstante, abre él la mayoría de los días, y bien contento. Hacen un horario muy bestia, de ocho de la mañana a doce de la noche, sin cerrar la cocina, y solamente cierran los lunes, ahí es nada.

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Mosaico de La Esquinica / Foto: Víctor Antich

Me explica que como no es una zona turística, trabajan principalmente con gente de los barrios cercanos, como Sant Andreu, Horta o Nou Barris, aunque les llegan clientes de toda Barcelona, algunos de los cuales son nacidos en Teruel, Zaragoza o Huesca, quizás en búsqueda de sus orígenes, vete a saber. Pero lo más curioso de todo es que los turistas no van al bar, únicamente aquellos que vienen acompañados de alguien de Barcelona, pues el barrio está fuera de los circuitos turísticos; y así, entre nosotros, es de agradecer.

La oferta de La Esquinica no la encuentras en cualquier lugar: buen producto a un precio más que razonable y un servicio familiar que te alegrará el día, seguro.