Me acerco al barrio de Horta, a la Bodega Massana, una de las más antiguas de Barcelona, donde creo que no he estado nunca. Me han dicho que se desayuna de coña y que es un buen lugar que hay que visitar. Situada en la calle de Horta número 1, justo en medio del mismo barrio, la Bodega Massana es de las de toda la vida. Ya antes de entrar, lo primero que veo son las botas colgadas de la pared y un par de abuelos garrafa en mano esperando su turno para llenarlas de vino de Gandesa, Priorat, Penedès, Alella o cualquier otro, tienen para dar y regalar.

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Entrada de la Bodega Massana / Foto: Víctor Antich

Carles de la Prida me comenta que la bodega abrió puertas el año 1930 por unos vecinos de Ripollet, entonces a la bodega se la conocía como Cal Ripollet. Posteriormente, en los años cincuenta, fue cuando la familia Massana, de Sant Pau d'Ordal, se hizo cargo del negocio, concretamente, Josep Massana y también lo ayudaba su hermana Maria, el hijo de la cual, Jordi Massana Massana, continuó el negocio y fue su viuda Cris quien le cedió el paso a su cuñado Carles, quien la regenta actualmente.

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Barra de la Bodega Massana / Foto: Víctor Antich

Josep Maria, el camarero de toda la vida, no para; lo veo arriba y abajo con platos, cubiertos, vasos y porrones que van rellenando para mantener calmada a la clientela, todo sin despeinarse. Más allá de las botas y la barra de madera, que es una maravilla, por cierto, nos encontramos con un espacio más amplio donde las mesas de mármol de la época son ocupadas por clientes desayunando, a pesar de ser miércoles a media mañana, vigilados muy atentamente por los vecinos de otro siglo que salen en las fotografías colgadas de la pared. Unos clientes me comentan que hace más de cincuenta años que pisan el local, recuerdan cuando visitaban la bodega con sus padres para hacer el vermú y también iban al Cinema Horta, situado en aquella época justamente a escasos metros de la bodega. Estos vecinos quedan ahora cada miércoles para desayunar, reír y hablar de tiempos pasados.

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Butifarra con alubias. Bodega Massana / Foto: Víctor Antich

Josep Maria me pregunta qué quiero tomar, antes, sin embargo, miro en las mesas de alrededor con qué entretienen el estómago y le pido una butifarra con alubias. Veo en la pizarra de la pared que también tienen huevos estrellados, callos de ternera, manitas de cerdo, cordero y entrecot a la brasa y lacón. La lista de bocadillos de todo tipo no es pequeña, fríos y calientes, y a la hora del vermú lo más pedido son las anchoas y las bravas, aunque los sábados cocinan siempre algo especial para maridar con un vino en concreto. Cabe decir que los sábados la bodega es una fiesta y los hortenses acostumbran a ir para disfrutar de la carne a la brasa, sobre todo.

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Botas, Bodega Massana / Foto: Víctor Antich

Aquí todo el mundo se conoce y la mayoría son vecinos del barrio, la bodega hace de nexo entre diferentes generaciones y es una alegría verla cuando está llena hasta los topes, los desayunos se juntan con los aperitivos y estos con las comidas; por la tarde Carles, vecino de Horta, cierra el chiringuito, como es lógico, no le da la vida.

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Vecinos sentados en las mesas en la Bodega Massana / Foto: Víctor Antich

El trato con el Ayuntamiento me confiesa que es complicado. Ahora mismo, como están dentro del listado de bodegas emblemáticas históricas, dice: "Nosotros y los propietarios queremos hacer obras para mantener el local como dios manda, pero el Ayuntamiento no nos deja, es un tema recurrente que todas las bodegas comentan".

Me despido de Carles, Josep Maria y los vecinos de Horta que desayunan cada miércoles hasta la próxima, deseándole larga vida a la Bodega Massana.