Justo en medio de Sants, en la esquina entre las calles Andalusia y Sagunt, encontramos la Bodega Salvat, fundada por la familia Salvat ni más ni menos que en el año 1880. Con el tiempo y como podéis suponer, el emblemático establecimiento ha ido cambiando de manos, al principio entre miembros de la familia, después lo alquilaron a unos amigos y ahora hace un año ha vuelto en manos de la familia Salvat, que mantiene aquel ambiente de los locales centenarios que enamoran a la clientela mayoritariamente del barrio, pero también de todas partes, porque a las redes las carga el diablo y es imposible mantener apartados a los turistas de cualquier local tradicional, muy a nuestro pesar.

Bodega Salvat / Foto: Víctor Antich

Es la hora del vermú y Gina me sirve unas anchoas con olivas y una cerveza, y compruebo que son unos verdaderos especialistas en las anchoas. Aprovecho para charlar con la clientela: discretamente, le pregunto a una vecina cuántos años hace que es clienta y no lo recuerda, dice que en la bodega se conocen todos y se lo pasan muy bien. Me dice: “Aquí se hace de todo, hijo de mi alma”. No quiero ni imaginarlo y me pido otro quinto, me comenta que conocía muy bien a la familia Salvat de cuando era pequeña.

Anchoa. Bodega Salvat / Foto: Víctor Antich

Otro parroquiano de toda la vida es Jordi Sunyer, vecino nacido en la calle Sagunt. Me explica que aquí compraba el hielo, las cervezas, el vino y los sifones, que también aprendió a jugar al ajedrez en el Club de ajedrez Salvat, otros también jugaban al dominó y recuerda el ruido de las fichas en las mesas de mármol. Me explica la historia del local, que más o menos es así: antiguamente eran mayoristas de vino y tenían depósitos para almacenar casi novecientos mil litros que distribuían por toda Barcelona y alrededores, recuerda que llevaban vino al barrio chino, al Carmel, a Sant Vicenç dels Horts, en fin, por todas partes. Me dice que por aquí ha pasado padre, hijo y Espíritu Santo. La historia empieza con Josep Salvat hace casi dos décadas, el relevo lo toma Pere Salvat padre, y después Pere Salvat hijo con su hermana Lola, se ve que los dos eran solteros. Pere, desgraciadamente, murió repentinamente en una playa de Tarragona y se hicieron cargo de la bodega los camareros que trabajaban en el bar, Josep y Joan, mientras Lola, ya jubilada, se lo miraba de cerca hasta el 2010, cuando los camareros se jubilan y la familia alquila el local a otras personas, hasta el año pasado, cuando Adam, uno de los sobrinos de los Salvat que hasta entonces trabajaba de carpintero, coge el local manteniendo a la clientela y el ambiente de bodega centenaria. Me comenta que si las paredes hablaran, nadie se lo creería.

Parroquianos en la bodega Salvat / Foto: Víctor Antich

Jordi sigue explicándome la historia del barrio y del local. La calle Sagunt, antes de la guerra, se llamaba calle Sant Pere, todo ha cambiado mucho, pero esta era la calle principal que unía el barrio de Sants con la Marina de Sants y entonces tenía un carril en cada sentido, era una calle muy importante por donde pasaba mucha gente y algunos paraban para proveerse de vino. Así que la bodega estaba ubicada en una situación privilegiada.

Barra de la bodega Salvat / Foto: Víctor Antich

Agradecido por la conversación, me despido de Jordi y de Joan Esteve, el camarero de la Salvat desde el año 62 hasta 2010, antes de que se me tiren al cuello otros parroquianos para explicarme sus historias y las de la bodega, claro.

Nevera de la bodega Salvat / Foto: Víctor Antich

La bodega Salvat es un buen lugar para ir solo, con la familia o con los amigos y disfrutar de un espacio único en el barrio de Sants, mientras tomáis unas anchoas, donde os acogerán con los brazos abiertos y los vasos llenos.