Cruzando Les Garrigues dejo atrás Vinaixa, Les Borges Blanques y Juneda sin sacarme de la cabeza la desafortunada presencia de Salvador Illa en una feria de Sabadell para promocionar el aceite de Jaén, por otra parte, competencia directa de nuestros aceites, cuya cultura está bien presente en nuestra gastronomía.
Me doy cuenta de que me estoy acercando a Lleida cuando, por más que miro, no veo nada. Me ha caído la niebla encima sin darme cuenta. A los leridanos les gusta la niebla, igual que a los ampurdaneses la tramontana; a otros, sin embargo, les saca de quicio. Cuando por fin desaparece la maldita niebla, veo la ciudad a lo lejos, presidida por la Seu Vella.

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Entrada al restaurante Sisè / Foto: Víctor Antich

Hoy me esperan en el restaurante Sisè, inaugurado hace un año y situado en el barrio de Cap-Pont, en el margen izquierdo del río Segre. Cansado de conducir, tengo la suerte de que justo en frente veo un descampado, junto a la Facultad de Ciencias de la Educación, donde puedo aparcar el coche a escasos metros.

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Sala. Restaurante Sisè / Foto: Víctor Antich

Àngel Esteve abrió el restaurante Sisè hace un año y pico. Este joven chef nacido en Lleida, a pesar de sus 27 años, ha pasado por cocinas tan prestigiosas como las del Celler de Can Roca, el Mugaritz, el Coure o el Gresca. El local, con paredes blancas y techo negro, con mesas de madera con sus manteles de ropa, podría parecer una antigua nave industrial, al final de la cual encontramos una barra majestuosa, recubierta de azulejos cuadrados de color naranja, que recuerda a la cocina a la vista del restaurante Compartir Barcelona. Desde la barra, el comensal puede observar durante la comida —desde un cómodo taburete— cómo el chef, junto con el jefe de cocina, Marc Chic, doman las brasas con una precisión extrema, mientras cocinan al fuego, sin parar de remover cazuelas y sartenes, para acabar montando los platos delante de ti. Ayudados siempre por Roman en la cocina, y Mia, que controla la sala.
La carta del restaurante Sisè, que renuevan semanalmente, la conforman únicamente seis primeros platos y seis segundos, pero Dios mío qué doce platazos.

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Buñuelo de Tou dels Til·lers, trucha de río y miso / Foto: Víctor Antich

Desde la barra, el comensal puede observar durante la comida como el chef, junto con la cabeza|cabo|jefe de cocina Marc Chic, doman las brasas con una precisión extrema mientras cocinan al fuego sin descanso de remover cazuelas y sartenes|paellas

Con la croqueta de ibéricos y el buñuelo de Tou dels Til·lers, trucha de río y miso, me llenan la copa de Lagravera, un vino natural DO Costers del Segre, elaborado al 100% con garnacha blanca. El buñuelo es de una fineza mayúscula en cuanto al aroma, el sabor y la textura, pero la croqueta no le va a la zaga.

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Mejillones en escabeche de brasas y zanahoria / Foto: Víctor Antich

Me llegan los mejillones en escabeche de brasas y zanahoria. Ángel me comenta que utilizan leña de almendro y de encina, que aportan un sabor más suave para trabajar pescados y mariscos. Dejo el plato limpio, mojando el pan que traen de una de las mejores panaderías artesanas de la ciudad, la PaPanBread.

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Setas de Burdeos del restaurante Sisè / Foto: Víctor Antich

Cambiamos a otro vino ecológico, también elaborado con garnacha, el Garxana S, que forma parte de la oferta de los Vinyataires Lliures. Aparecen las setas de Burdeos, que serán, posiblemente, las últimas de la temporada. Las cocinan directamente al fuego, con parmesano y una reducción de carne y crema de leche. El chef juega con los productos del Pirineo aragonés y catalán. Ya que están en medio, dice, lo aprovechan.

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Bacalao a la brasa / Foto: Víctor Antich

El bacalao a la brasa, apiobola y acelga, cocinado con una precisión milimétrica, potencia el sabor del bacalao, pero también el de la humilde acelga. Estamos ante un plato que, por sí solo, vale una visita al restaurante Sisè. Otros restaurantes donde cocinan el bacalao como nadie son Ca l'Amador, de Josa, o Cal Travé, de Solivella.

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Codorniz a la brasa / Foto: Víctor Antich

Cierro el ágape con una codorniz a la brasa, traída directamente de Francia —comentamos que las de aquí no tienen la misma calidad—, con un escabeche de níscalos y una emulsión de aceite de oliva que encuentro deliciosa y me ayuda a vaciar la copa de vino.
De postre, tomo un chucho de crema, antes de despedirme de todo el equipo y coger el coche de vuelta a Barcelona. Así, entre nosotros, pienso que el viaje ha valido mucho la pena.

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