Pasé por Portugal hace un par de meses, en concreto por Oporto, cuando el frío empezaba a dejarse notar entre las calles empinadas de la ciudad. No obstante, yo, que soy muy friolera, sabía que siempre había un remedio esperándome en los bares o en los restaurantes tan pronto como pusiera un pie: una sopa. En Portugal dicen que tienen 365 recetas para hacer el bacalao, uno de los ingredientes más queridos por todo el país, pero me parece que esconden un secreto, el de tener recetas de sopas, caldos y cremas para cada día del año.
Siempre, sin excepción, los menús y las cartas empiezan con una oferta de un líquido caliente y sabroso. Quizás solo está una, la sopa del día, como en el caso de la Oficina Dos Rissóis, que era una crema sazonada de zanahoria, pero con eso yo me doy por satisfecho. Pero cuando encuentro el tradicional caldo verde ya me saltan las lágrimas.
Somos vecinos, pero, a pesar de todo, no miramos mucho hacia Portugal. Con respecto a la gastronomía, diría que casi nada. Un buen ejemplo es precisamente este, el de las sopas. Nos consideramos un territorio de platos de cuchara, de los que reconfortan el alma, y me atrevería a añadir que hemos sido de sopas hasta no hace tanto tiempo. ¿Por qué no lo volvemos a ser? Haga frío o calor, empezar la comida con una crema o una sopa hace que uno se disponga de otra manera. La textura fácil, la calidez en el paladar, abren el hambre y nos conducen con amabilidad hacia las partes más fuertes del menú. Así lo hacen, por ejemplo, en Ultramarinos Marín, y me encanta.
¡Faltan sopas! Haga frío o calor, empezar la comida con una crema o una sopa hace que uno se disponga de otra manera
La textura fácil y la calidez en el paladar abren el hambre y nos conducen con amabilidad hacia las partes más fuertes del menú. Así lo hacen, por ejemplo, a Ultramarinos Marín, y me encanta
Se dirá que no hacemos sopas porque hacer sopas es complicado. Pues quizás más vale no escucharlo porque no tiene ni idea, de cocinar. Hacer sopas es como la rueda en la gastronomía: poner cosas que hervir en un líquido caliente es más viejo que el ir a pie. Es cierto que pueden refinarse y refinarse y refinarse hasta el infinito, pero hacer un caldo de carne y de verduras, o solo de verduras, o incluso uno del simpático y económico champiñón, es bien fácil. ¡Haced sopas, hostaleros! Hagamos en casa, también. Y pongamos confianza en quien nos las haga.