Tendremos que actualizar el diccionario de dichos, refranes y frases hechas porque van cambiando su significado. La madre me decía que fuera prudente y que no dijera improperios de nadie si no quería que "me lanzaran a los perros". Y con el tema que hoy abordaré queda patente que no he hecho mucho caso de su consejo porque este es un tema de aquellos que, gratuitamente, hace ampollas.

En Instagram, donde pierdo las horas distrayéndose, curioseo el perfil de Nuna Prat Garcia. Lleva unos vestidos preciosos, tiene un estilista propio que le corta los pelos, se ríe con los juguetes, va de excursión a la montaña, también tiene fotografías nadando en el mar, se adormece bajo el desmayo del jardín de la segunda residencia y le encanta salir a pasear con cochecito. Hace unos días fue su aniversario, engalanaron la casa e invitó a sus mejores amigos: Manel y Puça. Sé que tiene tres años por las velas que hay en el pastel, aunque no las sabe soplar. Nuna es una perrita de raza Cocker que vive en casa los Prat Garcia, que le han puesto sus apellidos en la página de Instagram.

Más perros que niños; más pienso, que pan

Soy de la generación que nos destetaban con un trozo de longaniza y, en aquel tiempo lejano, decíamos que ese, el tal otro o fulanito "llevaban una vida de perro, parecía un perro aporreado", "había muerto como un perro", "iba detrás como un perro", "no valía los intestinos de un perro" o "hacía falta como un perro a misa". Los perros nos eran útiles para explicar qué remetida era la vida.

La etiqueta dog-friendly en un restaurante / Foto: Freepik

Hoy, en ciudad, las mascotas de las familias que atan los perros con longanizas tienen una vida del todo regalada. El perro ha pasado de ser el mejor amigo del hombre a estar, en algunos casos, el mejor hijo del hombre. Dicen que en el área metropolitana hay más mascotas que niños. Y claro está, los hábiles empresarios han visto un magnífico nicho de mercado de a quién ofrecer todo tipo de productos y servicios. Me explican que es un negocio tan próspero que el principal crecimiento de algunas cadenas de supermercados es la sección de preparados alimentarios para perros y gatos.

El colmo de la locura canino-alimentaria

Me sorprende, pero el día que me quedé de pasta de boniato fue cuando descubrí aquella tienda, a pie de calle, que cocinaba diariamente platos caseros para perros y gatos. Cada día: verduras, cereales, proteína. Aunque cada día hay más establecimientos de restauración con el sello 'pet friendly', legalmente no está permitida su entrada. Pero nunca me habría imaginado que no se permitiera la entrada a los dueños de los perros. Y así es en Dogue, de San Francisco, abierto hace un año, el primer restaurante de alta cocina para perros. El perro tiene trato de cliente selecto: sofá, mesa, platos, carta y factura de 75 € por menú. Cubiertos todavía no, pero solo hay que esperar.