Escondido en una pequeña calle del Born en el barrio de la Ribera, uno de los barrios más pintorescos de la ciudad, cerca de Santa Maria del Mar, encontramos el restaurante Estimar Barcelona del chef Rafa Zafra, que junto con su socia, Anna Gotanegra, abrió puertas en 2016, convirtiéndolo en uno de los restaurantes más admirados de la ciudad, por donde han desfilado personajes como los Obama, Hillary Clinton, Steven Spielberg, Bruce Springsteen o los Rolling Stone.

Aparco la moto en Via Laietana y cojo la calle Princesa hasta la calle Montcada. En el Museo Picasso veo la cola habitual, igual que delante del Xampanyet. Paso por delante del Euskal Etxea donde hace unos años aprendí a jugar al mus, un juego que a pesar de tener muchos adeptos personalmente lo encuentro aburrido, yo soy más de la butifarra. Quizás por tradición familiar, porque mi abuelo decían que era un tahúr y jugaba bastante bien. Giro en la calle Sombrerers; en la Barcelona medieval los gremios eran importantísimos, de aquí el nombre de muchas de sus calles, ya que cada gremio acostumbraba a instalarse en una misma calle. Concretamente, las ordenanzas del gremio de los Sombrereros fechan de 1545, el nombre ha ido variando con los años: sombrerers, barreters, capellers... Casi al lado encontramos la calle de Sant Antoni dels Sombrerers, donde había una capilla dedicada a este santo, por donde pasaba todo el gremio a rezar sus plegarias. Ahora hay otro lugar de peregrinación y no tiene nada que ver con los sombreros: este es el restaurante Estimar Barcelona.

Llego al restaurante, como digo, dando un paseo por el barrio, siempre apetece pasear por la Ribera. Al acercarme veo clientes que ya esperan en la puerta, que se abre apenas llego. Entro y me sientan delante de la cocina donde Francisco Zafra, jefe de cocina, y su equipo van atareadísimos arriba y abajo. En el mostrador mueven gambas y cigalas junto con ostras y navajas, lenguados y alguna escórpora de un rojo esplendoroso.

Restaurante Estimar Barcelona / Foto: Estimar Barcelona

Rafa Zafra, sevillano y bulliniano, ha incorporado su restaurante al paisaje de Ciutat Vella igual que en su momento lo hizo la iglesia de Santa Maria del Mar. Su manera de cocinar el pescado y el marisco no deja indiferente a nadie y parte del éxito, como es evidente, es gracias a la calidad de sus productos, que consiguen en el Port de Roses mediante su socia, que pertenece a la familia Gotanegra, dedicada al pescado desde hace cinco generaciones. El comedor es muy íntimo, para unas veinte personas y pico, el espacio se fusiona con la cocina y alrededor encontramos las diferentes "mise en place" donde cocineros y personal de sala, todos a una, hacen las delicias de los comensales.

Cocina EB / Foto: Víctor Antich

Me llenan la copa de un albariño, el Pazo Pondal, un vino elegante con aromas florales y afrutados con mucha personalidad.

Tostada de mantequilla y caviar EB / Foto: Víctor Antich

Empiezo con una gilda diferente, la gilda del Estimar, y una tostada de mantequilla y caviar que me parece excepcional.

Gilda del Estimar Barcelona / Foto: Víctor Antich

A un ritmo pausado pero sin descanso van apareciendo los platos, aparecen las almejas de Carril y el extraordinario bikini con salmón y caviar.

Bikini con salmón y caviar EB / Foto: Víctor Antich

Me llegan dos platillos de chipirones: unos rebozados, acompañados con su tinta, y los otros a la plancha. ¡Qué producto, Dios mío!

Chipirones EB / Foto: Víctor Antich

Todavía salivo los chipirones cuando llega el Carpaccio de langostinos. Cada plato que aparece parece superar el anterior.

Guisantes lágrima del Maresme EB / Foto: Víctor Antich

Es la época de los guisantes lágrima del Maresme, también conocidos como caviar verde, que me sirven con cohombro, y cierro el festival con la Gamba roja del Cap de Creus. Me recomiendan el flan de postre y, obviamente, lo pido.

Flan EB / Foto: Víctor Antich


Visitar Estimar Barcelona es saborear el mar en cada mordisco y disfrutar de la pasión que transmite su cocina a ritmo de flamenco, música de fondo. Me marcho contento, dirección a Santa Maria del Mar, donde quizás debería confesarme.