Llego a Llançà y aparco el coche en el parking del centro; hace un sol de justicia y me voy deprisa hacia el restaurante Can Narra, donde tengo mesa reservada y me esperan para comer. Situado justo delante de la maravillosa playa del Port, junto al Club Nàutic, Can Narra es el restaurante con más historia de este pueblo costero del Alt Empordà y quizás de toda la Costa Brava, resiste el paso del tiempo y se mantiene al mismo tiempo joven, igual que el primer día, gracias a su cocina marinera.
Para situarnos, Can Narra fue fundado el año 1950 por Lluís Calsina Falcó, que venía de Portbou, y empezó sirviendo cuatro chipirones. Fue su hija Dolors Calsina quien impulsó el negocio definitivamente con mano diestra hasta hace pocos años. Ahora, sin embargo, es su hijo Josep Cervera Calsina, la tercera generación, quien está al frente del negocio, aunque su hijo Jan y su hija Marta ya trabajan en la cocina y en la sala, respectivamente. Los dos pasaron por la universidad, pero la pandemia, que entre otras cosas fue la excusa perfecta para reinventarse, hizo que cambiaran sus respectivos trabajos para volver a Llançà y, cómo no, a Can Narra, su casa, donde me confiesan que están felices como perdices y Josep también, claro, porque de momento tiene garantizado el relevo.
Al llegar, me sientan en el salón de la planta baja, justo delante de los ventanales con vistas privilegiadas a la playa, desde donde veo el mar en calma. El local ha mantenido la decoración de siempre y de las paredes del comedor cuelgan fotos de otra época, una de ellas de los padres de Josep cuando eran jóvenes, y eso dice mucho de la familia.
Hace muchos años que soy cliente de Can Narra y tengo que decir que es un restaurante donde sabes lo que comerás así antes de llegar a Llançà, ya sabía lo que pediría para comer. Empiezo con los calamares a la romana; permitidme la licencia y dejadme que os diga que he soñado con estos calamares, y no pocas veces.
Me llenan la copa de un vino blanco bien fresquito que vacío de un trago, por aquello de la deshidratación. Es el Vincles de la bodega Sumarroca, un vino fresco, orgánico y ecológico. Me la vuelven a llenar, claro.
Continuamos con las gambas de Llançà. Le comento al camarero que son mejores las de Palamós y me sonríe con una mirada de complicidad; es una rivalidad que no es nueva y ya me ve venir. La gamba de Llançà, como todo el marisco de todas partes, no nace allí donde es capturado, nace en un sitio diferente y va nadando a veces muchos kilómetros litoral arriba, donde es capturado. Así las hembras van repartiendo los huevos a lo largo del trayecto en lugares diferentes. Llegados a este punto, es cierto que en la lonja de Palamós se examina minuciosamente cada gamba que llega con el fin de otorgarle la etiqueta de producto certificado, pero también es cierto que la gamba en cuestión puede ser de Palamós o no. Hay mucha literatura sobre el tema y no me extenderé más en el asunto, únicamente quiero puntualizar que las gambas que me estoy comiendo —por cierto, ¡qué buenas que están!— nacieron quizás en Blanes, crecieron en Palamós y las han pescado en Llançà.
Uno de los platos estrella que no te puedes perder en Can Narra son, sin duda, los suquets de pescado, que pasan por ser los mejores de la Costa Brava. El pescado que sirven, igual que en el resto de platos, proviene directamente de la lonja del puerto de Llançà. El pescado que se utiliza para hacer el suquet habitualmente es la escórpora o el rubio, dado que su carne es más resistente y no se deshace tan fácilmente como la del rape, el dentón o el rombo, siempre podemos cocinar este plato de pescadores con pescado mezclado, sin embargo. La diferencia con la zarzuela, que también preparan en Can Narra magistralmente, y el suquet es básicamente la patata: la zarzuela no lleva.
Otro plato muy pedido es la paella Narra. He visto como la preparan en la cocina y es una maravilla. Como dice el conocido escritor de Palafrugell Josep Pla: "La cocina de un país es su paisaje metido en la cazuela". Acabo la comida con un bizcocho de chocolate artesano hecho en casa.
Entro en la cocina a despedirme de Josep. En el mostrador, como he dicho, tienen tres arroces humeantes que se los llevan hacia el comedor. Comentamos que justamente la semana pasada, casualmente, coincidimos comiendo en el comedor del Motel Empordà, ellos en una punta y yo en la otra, pero los dos disfrutando de su cocina.
Can Narra es un clásico y un referente de la Costa Brava, una casa de comidas en mayúsculas que hay que pisar regularmente para no olvidar cómo es realmente la verdadera cocina marinera de nuestra casa. Salgo corriendo hacia el coche sudando la gota gorda, no sin antes reservar mesa para el mes de agosto, no sea que me olvide.