El restaurante Ca l’Isidre abrió sus puertas en 1970 de la mano de Isidre Gironès y su esposa, Montserrat Salvó, en la pequeña calle De les Flors, en el barrio del Raval. Desde los inicios han sido fieles defensores de la cocina de mercado, y nunca mejor dicho, porque su fundador, Isidre Gironès, tenía la sana costumbre de pisar el mercado de la Boqueria cada mañana para seleccionar personalmente parte de los productos que posteriormente harían las delicias de sus clientes y amigos. Les gusta hablar de cocina catalana con toques mediterráneos, o al revés.
Actualmente, sin embargo, es su hija Núria quien dirige el local. Formada en gestión hotelera, cocina, pastelería y sumiller en Francia y Suiza, ha trabajado en las mejores cocinas de Europa, como la de Alain Ducasse, y finalmente, se incorporó al negocio familiar, manteniéndolo e impulsándolo entre los mejores restaurantes de Barcelona. Cabe decir que en 2022 ganaron su primer sol Repsol.
En Ca l’Isidre no pasa el tiempo. Encuentro el local como siempre, acogedor, agradable y cada cosa en su lugar, con aquel punto de sofisticación que lo caracteriza. Hoy, no obstante, nos sentamos en el reservado para así estar más tranquilos.
Nos traen un poco de bull y longaniza, también unas anchoas que me parecen increíbles, mientras Pepe nos llena las copas de un Carisma, el vino blanco de Montant, que lo está petando por todas partes.
Empezamos con un huevo frito con llengüeta, ya veo que la cosa promete. La captura de la llengüeta, a diferencia del chanquete, no está prohibida y se diferencian básicamente por el color: la llengüeta es blanca y el chanquete es más azulado, además, el cuerpo no presenta escamas.
Continuamos con los canelones tradicionales gratinados, son los canelones típicos de fiesta mayor hechos con tres carnes, pollo, ternera y cerdo asado, y por encima bechamel y queso. Hace cincuenta años que mantienen la misma receta y os aseguro que vale la pena probarlos, además siempre los encontrarás en Ca l’Isidre por Sant Esteve, no te olvides.
Uno de los clientes habituales desde hace treinta años es el director de cine Woody Allen, que tiene la costumbre de aterrizar en Ca l’Isidre un par de veces al año y siempre recomienda el restaurante a su círculo de amistades. Le gusta la cocina poco elaborada, nos comenta Núria, le encantan los tomates, las setas, el marisco fresco, sin embargo, sobre todo, las croquetas de jamón ibérico. Pepe nos enseña una carta enmarcada con el membrete del Hotel Ritz escrita y firmada por Woody Allen, en la que lamenta que en aquella visita a la ciudad el restaurante estuviera cerrado por vacaciones, dado que iba acompañado de su chef particular y otros amigos a los que había hablado de Ca l’Isidre como el mejor restaurante de Europa, no tan solo de España. Se despide deseando visitarlos de nuevo.
Llegan las colmenillas con crema de foie, que encuentro excepcionales, y el tartar de dorada Casa Gatell, en homenaje al desaparecido restaurante de Cambrils; el cual, curiosamente, conocía muy bien, porque hacíamos parada y fonda toda la familia para dar el pistoletazo de salida a las vacaciones de la época. Es un plato que sorprende por su sencillez, en el que mezclan con mucho cuidado la dorada, que tiene que ser de primera calidad, picada con aceite y perejil, pimiento verde y piñones.
Es la hora del clásico rabo de buey con puré de patatas que se deshace en la boca, su sabor intenso y su aroma fruto de horas de cocción, así como su carne gelatinosa, son una delicia. El rabo, años atrás, formaba parte de la cocina de aprovechamiento, pero con el tiempo, solo hay que mirar el precio, se ha convertido en una de las partes más exquisitas de la ternera.
Cerramos la comida con el babà al ron con nata, que está para chuparse los dedos.
En Ca l’Isidre te ofrecen una cocina tradicional pero revisada, beben del recetario catalán del Mediterráneo con influencias italianas y francesas. Con su pasión por el producto, posicionan el local en lo más alto del podio de la gastronomía de nuestro país. Una casa de comidas de toda la vida que está de rabiosa actualidad gracias a su cocina. No olvidemos nunca los clásicos, por favor, porque también los necesitamos.