Hoy he decidido volver a Ca l’Estevet, en el barrio del Raval, y probar otra vez su cocina catalana y comprobar que todavía existen restaurantes en Barcelona de los de toda la vida, ahora que el barrio y, por qué no decirlo, toda la ciudad están llenos de propuestas gastronómicas concebidas especialmente para foráneos y no para la gente del país.

Fotos Ca l'Estevet/ Foto: Víctor Antich


Entrar en Ca l’Estevet es un retorno al pasado nada más cruzar la puerta. Este local emblemático situado en la calle Valldonzella de Barcelona, en pleno barrio del Raval, abrió puertas en 1890 con el nombre de Fonda Navarro, desde entonces ha cambiado de manos en diferentes ocasiones. En 1940 Esteve Suñé, que entonces era el cocinero de la Fonda, y su mujer Maria Oliveras compraron el local al señor Navarro, y en 2009, y a causa de la muerte de Esteve, el local pasó a manos de Pep Cabot Ros y su mujer Bea Puig Bisquert, actuales propietarios y bisnietos (o cuarta generación) del desaparecido Casa Agustí de la calle Bergara,  ubicado en el Eixample, y donde durante muchos años iba algún jueves para comer su paella.

Siempre que vuelvo a alguno de los locales que visitaba cuando era más joven en Ciutat Vella o en el Raval, recuerdo otros locales desaparecidos, como el Amaya en la Rambla, el Compostela en la calle Ferran, el Túria en la calle Petxina, Casa Leopoldo en la calle Sant Rafael o el Quo vadis en la calle del Carme; por suerte, todavía podemos olvidar las penas tomando unas copas en Casa Almirall uno de los establecimientos más antiguos de la ciudad.

Bea y Pep propietarios de Ca l'Estevet / Foto: Víctor Antich


Como decía, al entrar en el restaurante te reencuentras con el pasado, ya que el espacio es una bombonera que mantiene casi intacta la decoración de antes: las baldosas, la barra, las paredes llenas de fotografías firmadas por los famosos y famosas de la época, sobre todo, del ámbito de la cultura, el espectáculo y la farándula barcelonesa, y destaca el reservado del final del restaurante, donde la Gauche Divine pasaba horas comiendo y bebiendo.

Me instalan en la primera mesa junto a la barra de mármol. El local es alargado con mesas para unos cuarenta de comensales. Mientras como, charlamos con Pep Cabot. Está contento de como van las cosas, aunque el barrio cada vez está peor. Él ha mantenido el local tal como lo cogió para mantener el ambiente de la época, cambiando únicamente aquello que ha sido realmente necesario. Ofrecen cuarenta platos diferentes y de aquí ni salen ni quieren salir. Matiza que en Casa Agustí hacían cocina de Barcelona y aquí en Ca l’Estevet hacen cocina catalana, Pep está especialmente orgulloso de sus canelones.

Espinacas a la catalana, Ca l'Estevet / Foto: Víctor Antich

El camarero, vestido de un blanco impoluto, deja una tostada con anchoas para matar el gusanillo. Pep comenta que en Casa Agustí nunca fotografió a ningún cliente para no estorbarlo, pero aquí ha mantenido las fotos porque forman parte de la personalidad del comedor.

Calamares a la romana. Ca l'Estevet / Foto: Víctor Antich


Pruebo unas espinacas a la catalana con pasas y piñones mientras me comenta que Dani Aznar está en la cocina con ellos desde la época de Casa Agustí. Continúo con unos calamares a la romana, están frescos y bien rebozados. Acabo con un corte de hojaldre relleno de crema que compran en el Forn Vilamala del Born.

El camarero preparando un café irlandés en Ca l'Estevet / Foto: Víctor Antich


Ca l’Estevet es fiel a las recetas de cocina catalana de toda la vida, como los buñuelos, los caracoles, el salteado de espinacas con garbanzos y butifarra negra, los canelones, la paella Parellada, el bacallà a la llauna, los callos, el fricandó y muchos otros platos que te alegrarán el día seguro.

Cuando me despido de Pep, me presenta a su hija, que acaba de llegar de la universidad, y los ayuda en el comedor desde los diez años. La saludo y le pregunto: "¿Continuarás con el negocio de tus padres y de cuatro generaciones más?". Y me responde: "Uf, no lo sé, ya lo decidiré más adelante". Le hago una foto a Josep Anton, jefe de sala, y me voy a ravalear.