Dicen que hay que desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un pobre; pues eso mismo, empezaremos por el desayunar como un rey y ya hablaremos de cómo acabamos el día. Paseando, voy a parar a la calle Tordera, donde hace unos años había uno de mis tugurios predilectos del barrio, El Tossal. Estaba regentado por una pareja de Noves de Segre y era un pequeño oasis para los oriundos del Alt Urgell que íbamos allí a zampar, pero también para jugar a la butifarra. El propietario cerraba la mitad de la semana para ir a su pueblo a por provisiones, era cazador, pescador y buscador de setas; así pues, volvía y llenaba la nevera de liebres, jabalíes, ciervos y perdices en época de caza, truchas de río por la temporada de pesca y la despensa de setas como los boletus, níscalos, rebozuelos, setas de carrerilla, trompetas de la muerte, carretillas y tantas otras.

Entrada del Cal Boter / Foto: Víctor Antich

Cruzo la plaza del Raspall, que es el epicentro de la comunidad de etnia gitana en el barrio junto con la plaza del pueblo Romaní, está junto a la calle Fraternitat, donde nació Antonio González Batista, más conocido como El Pescaílla, curiosamente al lado de la plaza Gato Pérez. A veces me los imagino tocando juntos en el infierno, o quizás en el cielo, quién sabe... Por fin llego a Cal Boter.

Callos con garbanzos / Foto: Cal Boter

Primera hora de la mañana y el comedor de Cal Boter está medio lleno; es una buena señal. Me siento en la mesa al lado de la puerta de entrada, delante de la barra de mármol. El local tiene mucho encanto y te traslada a tiempos pasados. Toni y Encarna abrieron puertas hace 37 años, pero ahora son sus hijos, Marta y Pau, los encargados de alimentar al barrio con su cocina tradicional catalana. Cabe decir que tienen un puesto de carne en el mercado de Sant Andreu, de donde traen muchas de las viandas que cocinan. Las paredes están llenas de recuerdos, fotografías y letreros de las fiestas del barrio, también veo un par de pizarras con los platos del día.

Huevos fritos / Foto: Cal Boter

Una vez en la mesa, me ofrecen el capipota, los callos con garbanzos, los caracoles, las tortillas, la butifarra con alubias y las manitas de cerdotostadas de fuet, jamón, anchoas o de escalivada con queso de cabra gratinado; ahora que justo empieza la temporada ya tienen salteados de llanega negra, rebozuelos y trompetas amarillas, también un timbal de escalivada o unos huevos estrellados con setas. "La carta de un restaurante no se tiene que mirar rápido ni con falsa indiferencia", ya lo dice M.F.K. Fisher en su libro Mi yo gastronómico. Me traen una cerveza bien fresquita y un platillo con cebolla tierna y olivas. Finalmente, escojo el bacalao a la llauna con alubias, para mí una de las mejores maneras de comer el bacalao, está buenísimo.

Bacalao con alubias / Foto: Víctor Antich

En Cal Boter lo tienen muy claro: apuestan por los desayunos de tenedor. Y ya que el desayuno es la comida más importante del día y por eso tiene que ser contundente, se olvidan de comentar que tiene un componente social, porque los fieles acostumbran a comerlo siempre en grupo. Cal Boter es un negocio familiar que ofrece cocina tradicional catalana bien elaborada y a un precio razonable. Al mediodía tienen un menú que actualizan semanalmente al precio imbatible de 14,5 €. Un buen lugar para ir a desayunar, comer o cenar si te acercas al barrio.

Vuelvo hacia el trabajo, pero antes me acerco al mercado de la Abaceria para comprar unos boquerones en vinagre que vi que preparaba el otro día el marido de mi pescadera y también un poco de morralla... Cenaremos como un pobre si toca, pero no pasaremos hambre, ni hablar.