Llego a Tiurana a las dos del mediodía y aparco en la entrada del pueblo, hace un día maravilloso con un sol deslumbrante que hay que aprovechar. Tiurana es un municipio de la comarca de la Noguera con solo 74 habitantes, que posiblemente es el pueblo más joven de Catalunya, ya que lo construyeron en el año 2007 a causa de la inundación forzada del pueblo original con motivo de la construcción del pantano de Rialb.
Las vistas desde la terraza del restaurante Solés son impresionantes, rodeado de hierba verde gracias a las últimas lluvias, veo en el horizonte el pantano rodeado de montañas sobre las cuales fluye un mar de neblinas que le confiere un aspecto bastante siniestro.
Carlos Viladevall, nacido en Ponts, abrió el restaurante ahora hace cinco años y está contento de la acogida que tuvo por parte de los vecinos de Tiurana, pero también de los pueblos próximos como Ponts o incluso Artesa de Segre desde el primer momento, aunque los fines de semana llenan el restaurante con gente que está de paso en dirección al Alt Urgell o Andorra, muchos de los cuales repiten porque les gusta la comida, la bebida y el trato.
Carlos me canta la carta y los platos del día mientras me ofrece una copa de vino blanco de un Vinya Pubilla de la Terra Alta muy fresquito y correcto. Me comenta que el restaurante funciona también como local social del pueblo.
Empiezo con unas anchoas de Santoña que están dispuestas sobre una cama de un puré de tomate con alcaparras por encima. Mientras se va llenando el local, compruebo que Carlos es un máquina: a solas baila por la sala como si fuera la pista del Big Ben de Golmés, sin dejar a nadie descontento; por cierto, dicen que la mítica discoteca abrirá puertas otra vez a finales de año.
Sigo con los langostinos rebozados con mayonesa de wasabi, que me parecen muy tiernos y sabrosos, y la ensaimada con sobrasada ibérica y escalivada a la brasa. Cabe decir que me han entusiasmado las cocochas de bacalao al pilpil.
El pastel de queso lo hacen ellos y, ciertamente, es de concurso.
En el Solés tienen unas cocas deliciosas que os volverán locos, las hacen de butifarra negra de Cal Magí de Ponts confitada con cebolla caramelizada, de queso azul con pera y unas tablas de quesos y embutidos del país con sus mermeladas, pero también puedes probar un buen rabo de buey, un crujiente de manitas de cerdo o un buen chuletón de vaca vieja gallega a la brasa. La carta de vinos no se queda atrás, fundamentalmente, DOP Costers del Segre, pero también de toda Catalunya y de España.
Leo en el libro Un alfabeto para gourmets, de la gran M. F. K. Fisher: "Las comidas solitarias, que también pueden ser felices, son acaso las más difíciles de poner sobre papel con una gota de cianuro en la nariz y un alfiler atravesándoles las tripas. Son las mariposas gastronómicas más huidizas. Yo he conocido algunas. Todos las hemos conocido. Se componen parejamente de paz, nostalgia y buena digestión, a veces con un ameno toque de alcohol". Pues eso mismo, apuro la copa y me despido de Carlos, que me anima a repetir cuando venga el buen tiempo y así disfrutar de la terraza por la noche, donde se reúnen vecinos y amigos para charlar y mitigar el calor con unas cervezas fresquitas o unas copas de un buen vino, que no sea dicho.