Son las dos del mediodía, me doy por vencido y voy a comer que voy muy tarde, en concreto, treinta años tarde. Este año, el Semproniana de Ada Parellada cumplirá treinta años de existencia y servidor todavía no lo había pisado. Sí, ya lo sé, no tengo perdón de Dios, aun así, os debo decir que durante años me zampaba la famosa paella de los jueves en la Fonda Europa, con 250 años de historia a sus espaldas y de donde es hija Ada. También cenaba muchas noches en el Sr. Parellada en la calle Argenteria, al lado del mítico antiguo Zeleste y donde siempre que podía pedía los fagottini de col a la antigua que recuerdo que eran insuperables.
Y he aquí que para redimir mis pecados la semana pasada me presenté en el local de Ada Parellada en el centro del Eixample, cerca del mercat del Ninot o del Dry Martini, a probar el menú de mediodía. El espectáculo empieza apenas entrar, una chica con mano diestra está amasando pan, el mostrador está lleno de tarros, utensilios de cocina, boles de diferentes tamaños y un pequeño horno. Le doy los buenos días y le pregunto: “qué estás haciendo?”. “La masa para las tostadas de Santa Teresa", me contesta.
Tenedores y cuchillos aquí y allí
Entro en el comedor, muy amplio, huelo aromas que vienen de la cocina, como es natural, e imagino las ollas sobre el fuego haciendo hervor. El ambiente es muy acogedor, con un cierto atractivo vintage, cuadros en las paredes de todos los tamaños, sillas de diferentes colores, luminarias muy originales, tenedores y cuchillos aquí y allí, un espacio alegre y de muy buen gusto, muy confortable.
Ada me ve y se sorprende, se sienta un minuto para saludar, refunfuña un poco por no avisarla de la visita. Ha sido decisión de última hora, le digo. Rezo tres avemarías y un padre nuestro, y una vez arrepentido charlamos tres minutos, pues el comedor también hierve. Se la ve muy feliz, siempre río con ella. Me dice que ahora que los chiquillos han superado la adolescencia debería dedicar más tiempo a ella misma, pero que le resulta difícil, pues siempre tiene la agenda llena. La restauración es la parte central de su trabajo, pero la complementa con otras actividades: colaboración en diferentes medios, como hace en ElNacional.cat, imparte talleres, escribe libros —tiene una veintena publicados—, no para.
Le pido la manduca. Los de la mesa de al lado se están zampando un risotto con setas que tiene muy buena pinta, pero escojo la escudella, cucharadas de emociones, que me hace recordar que de pequeño, en mi pueblo, iba con mi padre a llenar la lechera de escudella por San Antonio. Los campesinos empezaban a cocinarla al amanecer con unas ollas de hierro enormes de donde salía una humareda que llenaba el alma.
“Cuando al pueblo catalán no le guste el cocido, habrá entrado en decadencia”
Buen momento para recordar las palabras de Santiago Rusiñol: “cuando al pueblo catalán no le guste el cocido, habrá entrado en decadencia”, Démosle con ganas, pues, que el descenso no venga por no comer escudella, por favor.
Me llenan la copa de un vino tinto, el Muguet D.O. Penedès, hecho con Garnacha y tempranillo, muy correcto y adecuado. Igualmente pruebo el pan, lo amasan ellos y es de agradecer. Es excepcional, crujiente, alveolado y con cresta.
Dejo para otro día, y espero que no sea dentro de treinta años, los Garbanzos al pilpil de bacalao y pido el Fricandó de ternera, muy sabroso y tierno, se deshace en la boca. Hacer un fricandó no cuesta nada, lo que es realmente difícil es que esté tan bueno como este, muy de acuerdo con Josep Pla que decía "La mejor cocina es siempre la más sencilla".
Es la hora de las Tostadas de Santa Teresa, las famosas “torrijas”, un guiño a la Semana Santa que está a punto de llegar, y la verdad, las encuentro buenísimas.
El Semproniana es un local de parada obligatoria donde Ada Parellada ofrece cocina tradicional catalana para enmarcar. Arriba las que luchan y las que no bajan la cabeza defendiendo siempre nuestra cocina. ¡Muy bien Ada!