Se han acabado las fiestas. Me refiero a las fiestas canónicas porque, aunque han sido días de vacaciones para la mayoría, para los trabajadores del sector de la restauración, por ejemplo, es la época de más trabajo, y de fiesta, nada de nada. Son días de locura que compaginamos como podemos con las celebraciones familiares. Porque una cosa es gastar las suelas de los zapatos y la otra no seguir los rituales, que también nos lo merecemos. Por esta razón, no hemos perdonado los turrones, la uva y el roscón, aunque los hayamos engullido de pie y medio atragantados.
Al acabar una de estas jornadas extenuantes, caí abatida a la cama. El exceso de trabajo me pasó factura, y medio febril tuve un sueño inquietante: un ejército de robots, todos con mi cara, trabajaban incansablemente en el restaurante. En el sueño pasaban más cosas, pero no soy capaz de recordarlas ni arreglarlas para sacar ningún argumento inteligible, pero la imagen de la cantidad de Adas Parelladas mecánicos haciendo el trabajo de cada día no la puedo sacar de la cabeza. Porque en los robots no les hace falta hacer fiesta, son los esclavos tecnológicos, pero los humanos sí que lo necesitamos. El derecho a descansar, en relación con las obligaciones laborales, está recogido en el artículo 24 de la Declaración de los Derechos Humanos.
Una cosa es gastar las suelas de los zapatos y la otra no seguir los rituales, que también nos lo merecemos. Por esta razón, no hemos perdonado los turrones, la uva y el roscón
Hoy, domingo, al día siguiente de la última fiesta navideña, me he podido sentar en la butaca, ponerme las zapatillas, taparme las piernas con una manta a cuadros y encender la luz de lectura, he empezado el libro que me han traído los Reyes: 'Santificaràs les festes', de Maria Garganté. La valiente editorial Fragmenta se ha enfrentado con los X Mandamientos, con una colección de libros que nos ayudan a comprender, nos hacen reflexionar y nos alimentan... en el sentido metafórico, pero no menos nutritivo.
Explica el volumen, que no es solo el descanso el que articula la fiesta. La fiesta favorece el sentimiento identitario de comunidad, de pertenecer a un lugar y a un grupo. Por eso, volver a casa por Navidad es reconfortante porque no solo vuelves a tus sábanas, a tu aroma, a tus recuerdos, vuelves al mundo donde sabes descifrar los códigos. Vuelves a la escudella, al Tió, a la misa del gallo, al caganer y al haba del roscón. Por eso es tan importante preservar las tradiciones, porque nos arraigan y nos hacen particulares.
Por eso, volver a casa por Navidad es reconfortante porque no solo vuelves a tus sábanas, a tu aroma, a tus recuerdos, vuelves al mundo donde sabes descifrar los códigos
Pero las tradiciones no solo tienen una razón diferencial, sino que son un remanso para equilibrar el desorden natural de la fiesta. Dentro del imprevisible, la previsibilidad de los rituales, establecen el marco de la convivencia, ayudan al hecho de que la fiesta esté en paz. La comensalidad es uno de los principales rituales de las celebraciones. Si no hay comida, la fiesta queda coja. La comida no es solo la excusa para encontrarse, sino que se adelgaza el encuentro. Y el tiempo es el lubricante de las conversaciones. Las comidas festivas tienen, además, la virtud de ser el remanso para los regímenes espartanos que la tiranía de la imagen o la salud nos imponen. La expresión "un día es un día" toma sentido durante las fiestas.
La raíz etimológica de convite o invitar es convivere, compartir, convivir. El convite es convivencia y no hay fiesta sin convite. Y esta es la razón por la cual los de mi sector estamos todos, hoy, dejados inconscientes en el sofá. Os deseo, desde mi semana de vacaciones - de fiesta - una buena vuelta al trabajo.