Gente joven es lo que falta en el valle, dice la gente mayor del valle de La Vansa. He escuchado esta cancioncilla montones de veces desde que era niño, y tienen más razón que un santo, teniendo en cuenta que hace cien años en las escuelas de Sorribes —ahora cerradas y reconvertidas en taberna de montaña— tenían casi cien alumnos de los pueblos de los alrededores.
Dicho esto, en el valle estamos de enhorabuena, dentro de unos meses se cumplirá un año desde que Mar y Jordi, vecinos de Tona, decidieron hacer un cambio radical dejando la ciudad para trasladarse en medio de las montañas del Alt Urgell y ofrecer su cocina honesta hecha con amor en el Espai la Vansa, ahora Taverna de Muntanya.

El Espai la Vansa, en principio, fue concebido como centro de información del valle, donde, además, los vecinos y las vecinas pudieran reunirse para tomar una copa y picar algo disfrutando de alguna que otra actividad cultural, como una presentación de libros, talleres, espectáculos musicales y demás actividades que animaran a los vecinos a salir de casa. Aun así, lo cierto es que durante estos años, por el Espai, han desfilado todo tipo de personajes, algunos de los cuales manejaron el local con destreza, contentando a vecinos y clientes ocasionales, pero otros no se adaptaron al clima y a la vida de montaña. Pues bien, este par, Mar y Jordi, han pasado el invierno estupendamente y con una sonrisa en los labios. Por suerte, además, el Ayuntamiento, después de tantos años, ha decidido dotar la cocina de todo lo necesario, ya que únicamente contaba con una plancha y un fogón eléctrico.

Mi vecino Rafa, que es un sibarita, ya me advirtió a finales de verano: "Víctor, ve ahí, que cocinan como los ángeles". Así pues, hoy, aprovechando que nos visitan Mari Àngels y Jordi, hemos reservado mesa para comer y comprobarlo personalmente. La taberna —tal como me habían adelantado por teléfono— está a tope, por eso nos han recomendado que vengamos a última hora. Veo a Vinyals con unos amigos en la primera mesa, zampándose un plato de ternera, y en el fondo del local a Domingo, apoyado sobre la barra tomándose una cerveza. Todo en orden.

Sentados con unas buenas vistas al valle, tras las cervecitas de rigor, nos abren una botella de Loidana, un vino del Priorat elaborado por la bodega de Marco Abella, hecho con garnacha, cariñera y cabernet sauvignon.
Empezamos con unos entrantes para compartir, que incluyen una tostadita de cremoso de pato y cerdo con compota de manzana y aceite de trufa, unas bravas que están para mojar pan, porque las patatas son del país y la salsa es todo un acierto, y unas croquetas de asado.

Pedimos otra botella de Priorat mientras esperamos los platos principales. Como se da la coincidencia de que el padre de Jordi es Jordi Verdaguer —cocinero y propietario, junto con su mujer, Montse González, del restaurante Torre Simón, en Tona, recomendado por la Guía Michelin—, le pregunto a Mar si Jordi padre ha probado los platos que cocina Jordi hijo. Me lo confirma riéndose. Parece que ya ha visitado la taberna en varias ocasiones y, por supuesto, ha dado su opinión.
Si visitáis el valle de la Vansa, el Espai la Vansa es sin duda un buen lugar para ir y comer su menú de cocina de montaña; no os vais a arrepentir
Decidimos compartir también los platos principales, para que no sea dicho. Así, llenamos la mesa con una tripa de ternera, un carpaccio de bacalao y la ternera asada con salsa de setas. La ternera, que se deshace en la boca, está guisada, deshuesada y montada en timbal, con la salsa de setas por encima.

Cerramos la comida con una visión personal del pan con chocolate y un milhojas relleno de crema de limón con frutas del bosque, ambos postres hechos en casa. Nos despedimos de la parroquia hasta la próxima y nos marchamos contentos y bien llenos.
Si visitáis el valle de la Vansa, este es sin duda un buen lugar para ir y comer su menú de cocina de montaña al precio imbatible de veintidós euros, aparte de una carta muy jugosa, por supuesto. No os vais a arrepentir.