La temporada de comer buñuelos de cuaresma empieza la primera luna llena de primavera hasta Semana Santa (un mes aproximadamente). A partir de aquí, ya entra la imaginación de cada uno, se pueden rellenar de crema, de nata, bañarlos con chocolate y otras marranadas. Pero solamente, sin nada más, es como mejor están, para mi gusto.
Sobre todo os recomiendo que los comáis recién hechos, un poco calentitos y todo. Ya sabéis que, como todo el brioche, de un día para otro se secan bastante, aunque también se pueden comer. Esta es la receta que se hace en muchas pastelerías de nuestro país. Os recomiendo la lectura de la receta Buñuelos de Cuaresma rellenos de crema. Tened en cuenta que las imágenes corresponden a la fórmula de 1,5 Kg de harina (el triple). Si hacéis la receta para 1 Kg de harina os saldrán aproximadamente unos 100 buñuelos.
500 g de harina
100 g de azúcar
6 g de sal
2 huevos
30 g de levadura fresca en pastilla
50 g de manteca de cerdo
colorante de huevo
canela en polvo
esencia de limón
leche (120 ml aproximadamente)
50 g de matalahúga en semilla
anís y azúcar para rebozar
Variantes:
Podéis utilizar matalahúga en polvo si no queréis encontraros las semillas
Se puede sustituir la manteca por otros tipos de grasa (mantequilla, margarina, etc.)
Podéis utilizar la ralladura de un limón en vez de esencia o aceite esencial
La cantidad de leche puede variar ligeramente según el tipo de harina y época del año
Preparamos todos los ingredientes.
La levadura tiene que ser fresca y en pastilla.
Yo lo compro en un horno tradicional de toda la vida. Esta levadura me funciona bastante mejor que el Levital este que ahora venden en todos los supermercados en formato cúbico. En general va bastante bien, pero cuando me quiero asegurar un buen resultado siempre lo compro en el horno.
Utilizaré la amasadora KitchenAid para hacer el brioche. Si no tenéis amasadora, hombre, se puede hacer a mano, pero tardaréis más y no conseguiréis del todo la textura perfecta. Es lo que tienen estas cositas. Rompemos los huevos dentro del bol. Os recuerdo que las imágenes corresponden a una fórmula de 1,5 Kg de harina.
Ahora, incorporamos el azúcar. Y también un poco de colorante de huevo. El colorante, lo podéis obviar perfectamente, ya que no aporta ningún tipo de sabor, pero le dará un agradable y atractivo aspecto al brioche. En las pastelerías siempre se pone. Yo lo compro on-line en tiendas especializadas. Es bastante económico y dura mucho tiempo.
Un poquito de colorante, no demasiado que después sería irreversible.
Ahora esencia de limón. Es natural y la podéis comprar en cualquier herbolario.
Incorporamos también la levadura fresca.
Lo desmenuzamos más.
Seguidamente, incorporamos la matalahúga.
Antes de montar el bol en la máquina, con la ayuda de una varita, lo removeremos todo junto. Qué colores, ¿eh?... ¡Que bonita es la cocina!
Perfecto, ya lo tenemos mezclado.
Ahora añadimos la harina.
Toda.
Encima de la harina, pondremos la sal. Ya sabéis que hay que evitar que la sal entre en contacto directo con la levadura, ya que la mataría y después no levantaría la masa.
La manteca también la añadimos encima de la harina.
Ahora sí, ya podemos montar el gancho para amasar.
Si tenéis el modelo antiguo de KitchenAid, ponemos la máquina al 1 para no extender polvo de harina... y cuando se haya mezclado la harina lo subiremos al 2. En los modelos nuevos, la función SoftStart ya se encarga de este tema.
Añadimos la leche. Dependerá un poco de la época del año y de la humedad del entorno. Quizás le tenéis que añadir un poco más de leche o un poco más de harina. Con el tiempo se coge práctica.
Pasados unos 20-25 minutos de amasado... ya tenemos el brioche listo. Vigilad que si hacéis mucha cantidad se os puede calentar la máquina. Hace falta vigilarla y darle los descansos que necesite.
Lo redondeamos un poco... presionando la masa contra la superficie de trabajo.
Echad un poco de aceite en la mesa para evitar que se enganche... y por encima también, para evitar que coja piel.
Ahora el tema de la levadura. Tenéis varias posibilidades. Lo mejor de todo es dejar a la naturaleza que actúe por sí misma. Pero también podéis forzar la levadura convirtiendo vuestro horno en una estufa. Funciona muy bien.
En esta ocasión dejaremos subir el brioche en un bol cubierto con un trapo húmedo... mojado con agua bien caliente.
En un par de horas la masa habrá doblado su tamaño.
Echad un poco de aceite en el mostrador... para evitar que se enganche. Haced tiras de brioche.
Lo cortaremos en trocitos de la misma medida. El tema medida es más importante de lo que os pensáis.
Ahora tenemos que hacer bolas compactas con cada trocito. Se tienen que amasar, literalmente, y hacer que sean bolas compactas y con nervio. No sólo se tiene que hacer una bola... se tiene que hacer que la masa de arriba pase a la parte de abajo.
Eso se consigue utilizando la parte baja de la mano... haciendo presión hacia el interior de la bola. Estas técnicas se dominan a base de práctica.
Amasar así cada bola garantiza que suba bien.
Como os decía, es importante que todas las bolas tengan la misma medida. La uniformidad forma parte de una buena cocción dentro del horno.
Disponed las bolas en bandejas para el horno, dejando un espacio entre ellas. Tenemos que tener en cuenta que se harán el doble de mayores, con lo cual casi se tocarán la una en la otra. Ahora, reservad estas bandejas dentro del horno cerrado (y parado) y dejadlas subir durante unos 90 minutos. El horno es un lugar seco y sin corrientes de aire, ideal para dejar fermentar las masas. Como os decía antes, si tenéis prisa, siempre podéis acelerar el proceso mediante la técnica de convertir el horno en estufa.
Mientras suben los buñuelos, preparamos una sartén honda con una buena cantidad de aceite para freír. Yo utilizo aceite de girasol, aproximadamente un litro.
Pasados 90 o 120 minutos, según la época del año y la temperatura de la cámara de fermentación, los buñuelos los tendremos bien guapos.
Pero les tenemos que hace un agujero en medio. Preparaos un poco de harina para enharinaros los dedos.
Con los dedos enharinados podréis manipular el buñuelo sin quedaros enganchados. Justo antes de freír cada buñuelo, aprovechad para hacer el agujero en medio con el dedo enharinado y, directamente a la sartén. No os preocupéis si se inclina. El aceite lo arreglará, ya lo veréis.
¡Cuidado con no quemaros! No los tiréis a saco porque os puede salpicar el aceite caliente... ponedlos dentro del aceite con suavidad. De uno en uno.
Veréis como en cuestión de segundos empiezan a cambiar de color.
Con la ayuda de un tenedor... los giraremos. Más o menos, los tenéis que tener friendo entre 60-90 segundos, aunque hay a quién les gusta más o menos cocidos.
Los iremos reservando sobre un papel absorbente.
Poco a poco los vamos friendo todos.
Paciencia chicos. Yo he hecho unos 150 en esta ocasión. Tampoco se tarda tanto.
Venga más.
Una vez fritos, podemos ir preparando el azucarado. Necesitaremos una bandeja para dejar los buñuelos ya fritos. Un cazo para bañarlos con anís. Otra bandeja para azucararlos y, finalmente el recipiente donde dejarlos y llevarlos a la mesa.
Es conveniente que los buñuelos no estén calientes, pero tampoco fríos del todo. Poned unos 10-12, no más.
Tirad un chorro (2 segundos y con un movimiento de muñeca haremos rodar los buñuelos y haremos pasar los de abajo arriba unas cuantas veces)... así cogerán anís todos los buñuelos.
El objetivo es que todos se impregnen de anís sin que nos quedé anís líquido en el fondo del cazo.
Ahora sí, los pasamos a la bandeja de azucarado.
Los rebozamos bien, por todas partes.
Y ya los podemos ir reservando para presentarlos.
Tendréis que ir renovando el azúcar ya que con la humedad no se adhiere lo bastante bien.
Apiladlos con cabeza, no de cualquier manera.
Y ya tenemos nuestros buñuelos del Empordá hechos.
¡Qué aroma que tienen!
Son muy esponjosos por dentro, como tiene que ser. Pues venga, hacia la mesa.
¡Buen provecho!