Hoy te traigo un clásico de nuestra cocina: las tradicionales croquetas de bacalao. No sé si te pasa también a ti, pero da como un poco de pereza ponerse a hacer croquetas, ¿verdad? En cambio, cuando las has acabado y pruebas la maravilla que has creado te das cuenta de que ha valido la pena el esfuerzo y que, si lo piensas, tampoco son tan complicadas de hacer. En cualquier caso, no dejes pasar la oportunidad de hacer esta gran receta, y aprovecha para hacer una buena cantidad y congelar una parte. Te estarás asegurando un entrante de categoría. ¡Vamos!
- 250 g de bacalao desalado
- 120 de mantequilla
- 120 g de harina
- 200 g de cebolla picada
- 1 litro de leche
- 3 huevos
- Pimienta negra
- Nuez moscada
- Pan rallado y harina
- Sal
Variantes:
- Las puedes hacer sin cebolla
- Se puede triturar la mezcla si no quieres encontrarte trozos de bacalao
La noche antes tienes que desalar el bacalao. Yo he cogido tiras de lomo.
Lávalo muy bien con agua y ponlo a desalar todo un día, cambiando el agua un par o tres de veces. Se puede poner un trozo de pan seco para absorber la sal.
Al día siguiente, lo vuelves a lavar y pruebas una punta para ver si está bien desalado. Si está bien, desmenúzalo con las manos retirando las posibles espinas que pueda tener. El tacto es el mejor sentido para encontrar espinas. Lo reservamos.
Ahora tienes que preparar la bechamel para hacer las croquetas. Pon a calentar la mantequilla en una sartén.
Dora la cebolla picada con una pizca de sal.
Cuando la cebolla esté transparente, añade la harina y lo remueves dos o tres minutos para que se haga la harina.
Seguidamente, le vas incorporando la leche poco a poco y ligando la salsa. Cuando esté toda la leche incorporada ya puedes poner el bacalao.
Adentro.
Pon un poco de nuez moscada, pimienta negra y lo corriges de sal todo.
Ahora, a fuego bajo y sin dejar de remover, haz la bechamel poco a poco hasta que espese y la mezcla se despegue de las paredes de la sartén.
En este punto, ya puedes reservar la mezcla en un recipiente. Cuando esté frío lo guardas en la nevera un mínimo de 4 horas. Mejor hacerlo el día anterior.
Al día siguiente esta masa habrá solidificado y podrás dar forma a las croquetas.
Con paciencia, las vas pasando por harina.
Por huevo batido.
Y finalmente por pan rallado.
Y las vas reservando sin apilar.
Resérvate unas cuantas para consumir el mismo día y el resto al congelador.
Solo te quedará freírlas en aceite bien candente. Tan pronto como cojan color, ya las puedes retirar.
Ponlas sobre un papel absorbente.
¡Y a la mesa, bien calientes! ¡Por dentro quedan bien cremosas y sabrosas!
¡Buen provecho!