Un clásico de los clásicos: la croqueta de pollo casera. No conozco a nadie a quien no le gusten las croquetas caseras de pollo. Normalmente, aprovecho el pollo sobrante de un pollo al ast comprado con anterioridad. El sabor del pollo al ast se nota y quedan muy buenas, pero las puedes hacer con pollo asado o pollo a la plancha.
Como siempre, mi consejo es que te las hagas tú mismo en casa, que te ahorres dinero, comerás más sano y te saldrán mil veces mejores. Te las harás a tu gusto y las disfrutarás más. Eso sí, dan un poco de trabajo, todo se tiene que decir. Entre que se enfría la pasta y tal calcula un par de horas o tres. ¡Ánimo, que vale la pena!
- 250 g de pollo cocido
- 120 g de mantequilla
- 120 g de harina
- 200 g de cebolla picada pequeña
- 1 litro de leche
- Pimienta negra
- Nuez moscada
- Aceite para freír
- Pan rallado
- Harina
- 3 huevos
- Sal
Variantes:
Con esta misma elaboración, puedes hacer croquetas de jamón, de setas, de bacalao, de pimiento, de berenjena, sobrantes del asado, gallina, etc. Puedes utilizar pollo al ast, pero evita utilizar la piel
Como explicaba, para hacer estas croquetas aprovecharé 250 g de pollo asado sobrante de una comida.
La nuez moscada, importante. Puedes comprarla entera o en polvo.
La cebolla la tienes que picar bien pequeña.
Y empezamos por deshacer la mantequilla en una sartén grande.
Cuándo ya esté deshecha y empiece a hacer ruido.
Mientras, podemos ir picando el pollo asegurándonos que no queden huesos ni nervios. Se puede picar más o menos grande, como le guste a cada uno.
Paralelamente, verteremos la leche en un cazo para calentarla.
Rallaremos un poco de nuez moscada. Yo lo hago a ojo, pero más o menos corresponde a media cucharadita de café. No te pases, puesto que la nuez moscada es muy aromática y puedes condicionar las croquetas. Lo mismo pasa cuando hacemos una bechamel.
Como puedes ver, la parte que falta de la nuez es la que he rallado. Así te puedes hacer una idea.
Sala la leche, como una cucharada aproximadamente.
La cebolla ya está transparente. Es el momento de incorporar la harina, toda de golpe.
Lo tendrás que mezclar bien con la cebolla y dejar unos minutos para que se cueza. No pares de remover y de integrar bien la harina. Vigila que no se tueste demasiado.
En este punto, ya puedes verter la leche hirviendo, toda de golpe. No te preocupes por los grumos.
Con un batidor, iremos removiendo a poco en poco, pero sin descanso.
Seguidamente, ya podremos incorporar el pollo picado.
Ahora es cuestión de dejar que esta pasta solidifique y se cueza bien el conjunto. Lo tienes que tener a fuego medio durante unos 20 minutos. No dejes de remover o se te quemará. Vigila mucho. Tienes que hacer pasar la parte de abajo arriba. Todo el rato.
Cada vez te costará más remover y trabajarlo. Tienes que pensar que se tiene que formar una pasta bastante consistente que se desenganche de la sartén.
También notarás que coge un color un poco más oscuro. La textura está perfecta.
Pasados los 20 minutos, coloca esta pasta en una bandeja para que se enfríe. Cuanto más ancha y grande sea la bandeja, antes se enfriará. Tapa la pasta con papel film. De esta manera evitarás que coja malos olores.
Una vez fría, si quieres, la puedes reservar en la nevera para acabar de hacer las croquetas al día siguiente, aunque se pueden hacer el mismo día sin problemas.
Con la pasta ya fría, empezamos a dar forma a nuestras croquetas.
Bate tres huevos, como para una tortilla francesa.
Prepara una bandeja o plato con pan rallado.
Prepara una bandeja o plato con harina.
Y, con la ayuda de una cuchara, empieza a formar las croquetas.
No hace falta decir que tienes que tener las manos bien limpias o utilizar guantes. A mí me gusta prepararlas todas y luego enharinarlas.
Las pasamos primero por harina.
Por cierto, cuando tengas la croqueta rebozada con harina puedes aprovechar para darle una mejor forma, ya que no se enganchará a las manos.
Una vez enharinada, la pasaremos por el huevo batido.
Utiliza un tenedor para girarla.
Cuando la croqueta esté bien empapada de huevo batido, pásala finalmente por el pan rallado.
Una vez tenga puesto el pan rallado también podemos afinar un poco más la forma.
Puedes freír unas cuantas el mismo día y la resto congelarlas.
Si las quieres congelar, ponlas en una bandeja de papel de plata y mejor sobre un papel film, para evitar que se enganchen. Una vez congeladas, ya las podrás organizar de otra manera, dentro de una fiambrera.
Como puedes ver, con esta receta salen unas 35-40 croquetas de tamaño grande.
¿Y qué nos queda? Freírlas, claro está. Fríelas en abundante aceite bien caliente. Cuidado al colocarlas dentro de la freidora, no te quemes.
Tienes que procurar que estén crujientes por fuera pero melosas por dentro. No hay que freírlas más de un par de minutos o se te pueden deshacer, sobre todo si no las has congelado.
Resérvalas sobre un papel absorbente.
Y ya las puedes llevar a la mesa, bien calentitas.
No tienen nada que ver con cualquier croqueta industrial, ¿verdad que no?
Yo las sirvo de aperitivo o tapa, pero podríamos servirlas como primer plato, acompañadas de un poco de ensalada verde.
Y por dentro melosas se deshacen. ¿Lástima que den tanto trabajo, eh? ¡Buen provecho!