Endibias con roquefort

Ya sabéis que la endibia tiene una cierta amargura. Hay quien prefiere sumergirlas en agua con un poco de sal durante media hora. Yo no lo haré, para mi no son tan amargas.

Cortad la parte inferior de la endibia, que es donde más amarga.

Y retirad también una especie de cono de la parte inferior que podéis hacer con el cuchillo. Sacando eso, retiramos gran parte de la amargura.

A continuación, con cuidado, vais retirando las hojas y reserváis las más bonitas.

Lavad las hojas bajo el grifo. No es un producto que contenga arena habitualmente pero el agua también rebajará un poco la amargura. Seguidamente, con un papel o un trapo de cocina limpio, secad las hojas y reservadlas.

Ahora tenéis que hacer la salsa, bien sencilla. Poned el queso dentro de un recipiente.

Añadid la nata o leche evaporada. Yo he optado por poner mitad nata y mitad leche normal. Es una manera de rebajar grasas. También pensad que la intensidad de la salsa dependerá que la cantidad de queso roquefort. Podéis jugar con eso.

Añadid un poco de pimienta negra.

Poned el recipiente a calentar a fuego bajo y removed de vez en cuando. La idea es fundir el queso y dejar espesar la salsa.

Mientras tanto, podéis ir picando unas cuantas nueces. Aproximadamente unas 4 nueces por persona. También dependerá si os gusta encontrar trozos de nuez dentro de la salsa o no.

Añadid estas nueces picadas a la salsa.

En cuanto arranque el hervor y empiece a espesar un poco, ya podéis parar el fuego y dejar enfriar un poco la salsa.

A la hora de emplatar, que queda mejor, os recomiendo dibujar la típica flor y aprovechar el resto de la endibia para marcar el epicentro.

Podéis servir la salsa fría, caliente o tibia sobre las hojas de endibia.

Finalmente, decorad con las nueces enteras y, a mí personalmente, me gusta rociarlo todo con un poco de aceite de oliva virgen extra.

¡Buen provecho!