De nuevo, la cocina me sorprende. Como a muchos de vosotros, la primera impresión que tuve al conocer esta receta fue una especie de "Puaj, ¿fresas con vinagre"?. Y es que fácilmente te puedes imaginar la combinación de una fresa con un chorro de vinagre. Y es que ciertamente, esta curiosa combinación no promete mucho, de entrada...
Pues, a veces, la memoria del sabor nos engaña. Busqué feedback por internet y, contrariamente a lo que pensaba, encontré comentarios muy positivos de personas gratamente sorprendidas con el resultado. Y yo quería ser otra. Dicho y hecho, decidí hacer y probar esta receta y, sinceramente os digo, que ahora la considero una de las mejores maneras de consumir fresas que he probado nunca.
En definitiva, esta es una receta bien sencilla de hacer y, creedme, vale mucho la pena probarla. ¡Hacedme caso por una vez!
600 g de fresas frescas
150 g de azúcar
Unas gotas de vinagre
Variantes:
Podéis utilizar otros tipos de vinagre
Es bueno hacerse con unas buenas fresas de temporada, ecológicas y maduras al punto, a ser posible.
Lavadlas bien bajo el grifo.
Seguidamente, cortad las fresas a trozos.
A continuación, coged una cuchara de sopa y llenadla de azúcar. Podéis utilizar azúcar moreno si no os gusta tanto dulce. Incluso, edulcorantes como la estevia.
¡Para dentro!
Ahora, el vinagre. Yo he utilizado vinagre balsámico de Módena, pero podéis utilizar otros sin problemas. Según la intensidad del vinagre quizás tendréis que variar un poco la cantidad, pero nada más.
Pondremos dos cucharadas de vinagre.
¡Para dentro!
Y ahora a mezclarlo bien. Que todo quede bien impregnado de azúcar y vinagre.
Seguidamente, lo tapáis y lo reserváis en la nevera mínimo dos horas, aunque yo recomiendo hacer estas fresas el día anterior.
Al día siguiente notaréis que, milagrosamente, hay bastante líquido.
¡Este juguito está espectacularmente bueno, creedme!
Y ya las podéis servir.
Como siempre, con un poco de gracia, mejor.
¡Y a disfrutar!
¡Buen provecho!