Si habéis comprado una calabaza para decorar y no sabéis qué hacer con la carne, aquí os dejamos una interesante propuesta, una magnífica sugerencia para luciros este otoño. También la podéis comprar expresamente para hacer este plato. La combinación de los sabores que os proponemos hace de esta receta un bocado extraordinario de verdad... No es complicado de hacer y es de aquellas preparaciones versátiles que os permiten servirlas como primer plato, como segundo plato o como tapa para compartir con familia y amigos. Además, este hojaldre se puede consumir frío o caliente y lo podéis preparar con antelación. Vaya, que es ideal para llevar a aquella fiesta a la que os han invitado.
Por cierto, en esta ocasión, el sabor umami del roquefort no ha sido escogido por casualidad. Si bien podéis utilizar otros quesos fuertes como el azul, el cabrales o el gorgonzola, hay que destacar que la potencia del queso en esta mezcla resulta muy recomendable. Podéis poner más o menos cantidad, eso sí. O no poner... ya sé que después en vuestra casa haréis lo que os dará la gana igualmente, ¿verdad? ¡Claro! ¡Y bien que hacéis!... ¡Es la grandeza de la cocina! Con estas cantidades podéis hacer una tira de hojaldre, pero podéis aprovechar para hacer dos (o más) con el mismo esfuerzo. Se puede congelar y cocer otro día sin problemas, y así ya tenéis un recurso más en el congelador. Una tira de estas corresponde a dos personas (si se trata de plato principal) o 4-6 personas si la presentáis en formato de tapa para compartir. ¡Vamos!
1 masa de hojaldre
300 g de níscalos frescos
300 g de carne de calabaza
100 g de queso roquefort
1 cebolla tierna
aceite de oliva
sal
1 huevo
orégano
Variantes:
Se pueden añadir otras setas de temporada.
Podéis variar el tipo de queso, así como la cantidad.
Preparad todos los ingredientes, que no falte nada.
Lo que tenéis que hacer primero es cocer la calabaza. Yo he utilizado la mitad de esta.
La partís por la mitad.
Retirad las semillas (que podéis tostar después en el horno, ¡están muy buenas!).
Con piel y todo, cortad la calabaza a trozos, como si de un melón se tratara. Tirad por encima una pizca de sal y un chorro de aceite de oliva. Ponedla al horno a unos 180 grados y dejadla hacer durante unos 20 minutos, hasta que esté blanda.
Mientras tanto, aprovechad para limpiar los níscalos. Ya sabéis, un trapo o un papel de cocina húmedo y con paciencia los vais limpiando bien. Antes de limpiarlos, yo os aconsejo partirlos por la mitad, ya que si tienen "habitantes", no habrá que limpiarlos, los descartáis directamente. Estos han salido muy bien, como podéis ver.
Una vez limpios los níscalos (y descartados los carcomidos), cortadlos a trozos y los reserváis.
Ahora cortad una cebolleta en juliana.
En una sartén con un chorro de aceite, dorad la cebolla.
No hay que hacerla demasiado, ya que nos interesa conservar un poco la textura crujiente. Unas vueltas y la reserváis.
En la misma sartén, saltead las setas con un poco de sal.
A fuego fuerte, al principio soltarán toda el agua.
Entonces se empezarán a dorar. No os paséis de cocción: en cuanto se vaya la humedad, un par de vueltas y listos.
Las reserváis junto con la cebolla. Pensad que para rellenar el hojaldre los ingredientes no pueden estar calientes.
Retiramos la piel a la calabaza.
La calabaza, a pesar de estar cocida, a mí me gusta dorarla un poco más en la sartén, a fuego fuerte unos instantes.
Ahora sí, lo mezcláis todo y lo dejáis enfriar un rato.
Preparad una masa de hojaldre rectangular y recortad cuatro tiras para decorar.
Colocad el relleno en medio de la hoja. No se tiene que repartir para enrollarlo como un brazo, sencillamente lo ponéis todo en la parte central.
Ahora, poned por encima unos trocitos de queso roquefort.
La cantidad al gusto, a mí me gusta mucho.
Seguidamente, cubrid el relleno con la parte superior de la masa de hojaldre.
Romped y removed un huevo.
Y pintad esta parte superior. Eso hará que se pegue el resto de hojaldre que lo cubrirá.
Cubrid con la parte restante y aseguraos de que queda un poco prensado. Vaya, que tenga una cierta consistencia y que no se deshará.
Cerrad los extremos juntando el hojaldre.
Ahora, decorad al gusto con las tiras de hojaldre que tenéis reservadas.
Pinchadlo un poco para dejar salir el vapor y que no se deforme en exceso.
Finalmente, pintadlo con huevo batido para conseguir un bonito color dorado.
Podéis poner un poco de orégano por encima (o semillas de amapola, sésamo, pimienta negra, etc.).
Hornead a unos 180 grados durante unos 30 minutos o hasta que quede bien dorado.
Y ya está cocido.
¡Tiene muy buena pinta!
Lo podéis servir directamente en la mesa, bien caliente, o dejarlo enfriar. De hecho, admite todas las temperaturas.
Lo queréis ver por dentro, ¿no?... ¡Qué hambre!
¡Buen provecho!