Cuando hablamos de mejillones, todos tenemos en la cabeza los excelentes mejillones del Delta del Ebro, los de roca o, naturalmente, los de Galicia o de otras zonas del norte. Pero no todo el mundo conoce los mejillones de Normandía, también denominados «mejillones dátil» por su tamaño. Ya sabemos que los franceses son un poco especiales, y al consumir este marisco también. Dicen que si le sacas a un francés los mejillones y las patatas fritas no es nadie. Pues resulta que no toleran los mejillones superiores a 5 centímetros de longitud. Un poco los entiendo. A mí me gustan grandes y pequeños pero, sinceramente, a veces te encuentras algún mejillón tan grande que ya hace cosa comérselo, ¿eh? Se te llena toda la boca de aquel mal bicho... y es como un poco desagradable.
1 kg de mejillones de Normandía
Un chorro de aceite de oliva virgen extra
1 limón
Sal
Les lavamos bien, primero.
¿Veis qué medida más chiquitina?
Echamos un chorro de aceite en una sartén bien caliente.
Los vertemos... con una pizca de sal.
Lo tapamos unos instantes y lo sacudimos un poco.
Servidlos bien calentitos.
Chiquitines, pero sabrosos. No saben nada, estos franceses. ¡Buen Provecho!