Conocidas vulgarmente con el nombre de Ortiguillas, son unas bestias que quizás tienen una apariencia alienígena, pero eso sí, con mucho sabor a mar. Los tentáculos son urticantes y por eso se suelen preparar fritas, servidas como tapa, ya que al ser cocinadas dejan de ser urticantes. Pero también se hacen arroces con las ortiguillas. No es una comida apta para aprensivos, es evidente, y menos viendo esta mucosidad que sueltan. Pero eso no puede condicionar a que, como mínimo, lo probemos una vez, por aquello de probarlo todo.
Hoy, por lo tanto, probaremos un producto marino que cada vez es más presente en las pescaderías y, como dicen algunos, es el nuevo aperitivo de moda. Ha ocurrido una auténtica delicatessen. Por lo tanto, hoy veremos como prepararlas paso a paso que, como podréis comprobar, no es trivial. ¡Vamos!
una bolsa de ortigas de mar
harina para freír
aceite para freír
Variante:
- Se pueden rebozar con harina de arroz
- Se puede hacer con harina de maíz
Las ortiguillas las venden en bolsas con agua de mar. Es como mejor se conservan.
Primero las lavaremos bien bajo el grifo.
Como podéis comprobar, y a pesar de su aspecto, es un producto completamente legal.
¿Las queréis ver de cerca?.... mejor que no. Son unos bichos de apariencia bastante repugnante, pero atractiva al mismo tiempo. La naturaleza es maravillosa.
Sumergid las ortiguillas en agua dulce durante unos 30 minutos para sacar toda la sal.
¡Si las observáis a través de un cristal, es probable que no os las comáis!
¿Un consejo? no las remováis en exceso. Las ortiguillas generan una sustancia altamente viscosa muy difícil de retirar.
Este moco es denso y de apariencia todavía más horrorosa que el propio animal.
Pasada la media hora, toca enharinarlas.
Con paciencia, eso sí, que no es sencillo, se escurren mucho.
Haced una especie de pelota y...
Reservadlas sobre un papel film.
A continuación, poned las ortiguillas en el congelador durante unos 30 minutos. Si las freís directamente se os desmontaran y quedarán hechas una chapuza. La congelación nos garantiza que acaben teniendo una forma más o menos razonable. Si las tenéis congeladas más tiempo no pasa nada.
Y así es como quedan una vez congeladas.
Freídlas en abundante aceite caliente.
Hasta que cojan buen color por ambos lados.
Reservadlas sobre un papel absorbente.
Y ya las tenemos hechas.
Emplatadlas y servidlas bien calentitas.
¿A que ahora ya tienen otra pinta?
Su interior queda jugoso y tiene un sabor a mar muy acentuado. ¡Buen provecho!