Esta publicación me costará algún que otro seguidor, ya lo sé, cómo pasó con el pan con plátano. Pero lo asumo. Yo os pediría, de entrada, que no matéis al mensajero. Es evidente que el pan con manteca y azúcar es una preparación que no encaja en absoluto en los tiempos que corren.
Pero hay que decir que las propiedades de la manteca (o saín) no son tan terribles. Es un producto muy calórico, ciertamente, pero también con muchas vitaminas. Incluso, os diré que es mucho más saludable consumir manteca que muchas de las grasas procesadas que, sin adornarnos, consumimos a diario. Yo lo he hecho y lo he probado. Y no me ha gustado. Pero lo he intentado. Por respeto a nuestra cultura, a nuestro país y a nuestros antepasados. Son recetas clásicas, propias de tiempos de frugalidad. Ni que sea por respeto a nuestros antepasados que hubieran pagado por esto, vale la pena probarlo.
1 rebanada de pan de payés
manteca
azúcar
Preparad los ingredientes.
Podéis comprar la manteca en cualquier charcutería.
Tostad una rebanada de pan de payés.
Y ahora, con un cuchillo untad la rebanada de pan.
Generosamente, como si de mantequilla se tratara. Para hacerlo, imaginaos que no habéis comido nada en todo el día y no comeréis nada más.
Con el mismo calor de la tostada, la manteca se deshará y quedará una textura más cremosa.
Poco a poco, el pan absorverá la grasa, como hace la mantequilla, y la temperatura ambiente hará que la manteca se haga prácticamente transparente a la vista.
Y el azúcar, efectivamente. Abundante azúcar por encima.
Y poco más.
Ahora, como mínimo, tened el valor de darle un mordisco y saborear lo que comían vuestros antepasados que, todo sea dicho, no es tan asqueroso como puede aparentar. Vaya, que me podría acostumbrar.
¡Buen Provecho!