En ocasiones, cuando ves un plato de pasta atractivo a la vista, enseguida te hace la boca agua y sientes una especie de deseo irracional de comer pasta, como el que necesita su dosis de nicotina. A mí me pasa a menudo. La pasta engancha. Por eso, hoy os presento un plato que entra primero por los ojos pero cuidado, que en boca os resultará maravilloso, suave e intenso a la vez. Es el poder de la sencillez. ¡Vamos!
500 g de pasta Penne Rigate
50 g de tomate seco (o en aceite)
200 ml de nata para cocinar o leche evaporada
200 g de pechuga de pollo cortada en dados pequeños
200 ml caldo de verdura o pollo
un manojo de piñones
hojas de albahaca fresca
aceite de oliva virgen extra
1 ajo
pimienta negra
sal
Variantes:
- Podéis añadir setas de temporada
- Se puede hacer con conejo o pavo
Preparad todos los ingredientes.
El tomate seco lo podéis comprar en conserva (en aceite) o sencillamente seco. En este último caso lo tendremos que hervir unos 10 minutos previamente, escurrir y conservar en aceite.
La albahaca fresca le aportará un sabor y un aroma especial en el plato. Es importante no obviarla.
Reservad las flores más bonitas para decorar el plato.
El pollo, cortado en dados pequeños.
El ajo y los piñones que saltearemos más adelante.
Y la pasta.
Yo he utilizado penne rigate, pero no hay ni que decir que cualquier pasta similar que os guste encajará perfectamente.
Empezáis por dorar el ajo cortado en láminas con un poco de aceite de oliva.
Seguidamente, haced el pollo.
Mientras tanto, aprovechad para picar el tomate seco y escurrido de aceite.
Vigilad el pollo e id dándole la vuelta.
En la misma sartén saltead los piñones.
Removedlos y vigilad que se queman muy rápido y tienen mal sabor. ¡A mí me ha ido justito!
Reservad los piñones con el pollo.
Con un nuevo chorro de aceite, y utilizando la misma sartén, salteáis ahora los tomates.
Seguidamente, añadid el caldo caliente y dejadlo reducir a fuego lento unos 10 minutos.
Seguidamente, tirad dentro de la sartén el pollo con los piñones.
la incorporáis dentro también.
Entonces, ya podréis tirar la nata líquida o la leche evaporada.
Y removedlo todo junto. ¿Qué colores, eh?
Lo saláis al gusto y lo dejáis hervir unos pocos minutos, hasta que tenga buena textura la salsa. Entonces apagáis el fuego y reserváis la salsa. En este punto es cuando podéis salir a hacer el vermú, comprar el periódico o sacar el perro. Solo os hará falta el tiempo que tarda la pasta al hacerse para servir el plato en mesa.
Hervid la pasta en una olla con sal y abundante agua el tiempo que indique al fabricante.
Una vez cocida, escurrid la pasta.
Pasad la salsa que tenéis hecha dentro de la olla de cocer la pasta.
Dejad que se caliente unos instantes.
Incorporad la pasta.
Un poco más de albahaca.
Y lo removéis.
Finalmente, rayad un poco de queso seco, tipo parma o grana padano.
Y lo removéis de nuevo.
Y ya lo podéis servir en la mesa bien calentito.
¡Muy bueno!
¡Buen provecho!