¡Del bosque a la mesa! Hoy os invito a probar una sopa de negrillas o seta de estepa, bien tradicional de nuestro territorio, sencilla y económica, pero muy buena y recomendable y con un aroma a bosque que siempre cautiva. Nosotros llamamos a esta seta "fredolic".
El "fredolic" tiene un sombrero a menudo irregular, con el centro que sobresale y la cutícula seca, con diferentes tonalidades de color gris, como de terciopelo. Suele tener fibras negruzcas, en especial en la parte central. Las láminas son de un blanco sucio o grises y están espaciadas. El pie es delgado, cilíndrico y fibroso, y se rompe fácilmente. La carne, muy escasa y frágil, a duras penas huele. El himeneo es laminado y de color claro, y se dispone de forma libre. La negrilla es de carne blanca y comestible. Se utiliza en guisos y sopas. Se estropea con facilidad.
Es una seta tardía que sale a los pinares, formando grupos numerosos, con los primeros fríos (de donde le viene el nombre popular), de manera que alcanza la temporada buscadora de setas. Se lo puede llegar a encontrar congelado. Son comestibles, pero cuidado que hay especies tóxicas que se parecen.
En general, hay especies próximas, todas comestibles de parecida calidad. Es propio de los hayedos y abetares por encima de los 1.500m de altitud. Mi recomendación, como siempre, es que compráis las setas en una tienda de confianza, o en el mercado municipal, y así os ahorraréis problemas desagradables. ¡Vamos!
500 g de negrillas ("fredolics")
1 cebolla picada
1 ajo picado
rebanadas de pan seco
1 manojo de hierbas (timón, hisopo, orégano, etc)
aceite de oliva
pimienta
agua o caldo
sal
Para hacer la picada:
1 diente de ajo
un puñado de almendras tostadas
Variantes:
Se puede añadir tomate al sofrito
Se puede hacer con caldo de verduras
Como se trata de un producto de temporada, cuando veo compro y entonces pienso la receta. En este caso, no tuve ninguna duda que haría una sopita.
Las negrillas son una especie de setas que no se carcomen, pero eso no quiere decir que no se tengan que limpiar.
Como podéis ver, siempre tienen trocitos de rama de pino, arena y otros restos orgánicos del bosque.
No es una seta que absorba demasiado el agua, por lo tanto, las podéis lavar bajo el grifo.
Una vez bien limpias, las reserváis.
Para hacer la picada.
La cebolla picada y unas ramas de tomillo. Podéis poner un manojo de otras hierbas.
En vez de agua, yo utilizaré caldo de pollo que tenía congelado. Poned el agua o el caldo a calentar.
Poned a dorar la cebolla en una sartén con un poco de aceite.
A mí me gusta cortar las almendras para evitar que resbalen y salten del mortero.
¡Un poco de sal, perejil fresco y venga!
Haced la picada al gusto: fina o no demasiado fina.
Yo lo he dejado así.
Cuando la cebolla coja color, añadid las setas y las saláis.
Tirad pimienta también.
Y que vaya haciendo, hasta que las setas queden cocidas.
Cuando hierva el caldo o el agua, echad este sofrito con las setas.
Añadid las hierbas y saladlo.
Dejadlo cocer todo junto unos 25-30 minutos a fuego lento.
Qué aroma, ¿eh? Retirad las hierbas con cuidado cuando falten 5 minutos para acabar la cocción.
Al mismo momento, poned el pan. ¿Cuánto pan? Dependerá de cómo de espesa la queréis.
Yo por dos litros de agua he puesto cuatro rebanadas pequeñas de pan tostado.
Removedlo bien y dejad que acabe la cocción.
Pues ya lo tenéis esto.
Hay quien sirve esta sopa así directamente, con los trozos, pero a mí me gusta triturarla.
Ya la podéis servir, aunque yo os recomiendo dejarla descansar un buen rato. Si son unas horas mejor todavía.
Los días de frío entra muy bien esta sopita.
¡Qué buena!
¡Buen provecho!