Hay que entrar con gafas de sol al Quirat, el restaurante del hotel InterContinental de Barcelona, que lidera el chef Víctor Torres y que la semana pasada revalidó la primera estrella Michelin que consiguió el año pasado. No solo brilla la estrella de la guía roja. El nombre evoca claramente el oro, el lujo, de uno de los hoteles más potentes de la ciudad, que acoge en su primera planta este restaurante que sirve de embajada catalana en la misma capital del país. El embajador, Víctor Torres –tiene otra estrella Michelin, por el restaurante Les Magnòlies, en Arbúcies, que también ha renovado–, impregna las propuestas de este restaurante con la cocina catalana más tradicional llevada a la excelencia, pasada por un tamiz de modernidad, que no solo recuerda platos de siempre, sino que, si cabe, los mejora.
Hace justo un año consiguieron la primera estrella Michelin y la han renovado, como no podía ser de otra manera. La apuesta del hotel con el chef catalán, el más joven del Estado en conseguir este reconocimiento, merece la pena y posiciona al restaurante Quirat como uno de los a tener en cuenta, por la carrera que se espera de su chef y de la evolución que prevé ir realizando. Cuando consiguió la estrella, las reservas se llenaron de personas de Barcelona, cazadores de restaurantes de estrellas; ahora la situación se ha estabilizado y la sala se llena cada noche de servicio con personas venidas de todo el mundo. Clientes del lujoso hotel que aprovechan la oportunidad para degustar una cena de lujo y otros que vienen expresamente para probar uno de los dos menús que ofrece el chef y que evocan la pureza del oro, el máximo exponente del lujo. Uno más corto, de 110 euros, el 18K, de ocho pasos, y uno completo, el 24K –oro puro–, de 160 euros, de 13 pasos, precios por encima de la media, pero ajustado a los precios del hotel que lo acoge. Cada estación, Torres reinventa el menú para aprovechar al máximo todos los productos de temporada.
‘Cap i pota’ bañado en oro
El otoño ya se mezcla con el invierno, pero hasta finales de enero aún se podrá degustar el menú actual, que arranca con un vol-au-vent de angula y una ostra que casi hace llorar. Francesa pero deliciosa, con ajoblanco de macadamia y uva encurtida. Los dos primeros aperitivos del chef ya sirven para abrir boca. Ayuda un trío de panes –kamut, olivas y pimienta– que se puede mojar con un arbequina de Lleida y un picual de Jaén de Bargalló. El menú 18K sigue con un plato que podría hacer cualquiera, pero que nadie hará mejor que Torres: níscalos con carrillera de cordero con un guiso que no querrías que se acabara nunca. Un boletus crudo y laminado encima lo hace redondo del todo. Hace falta más pan; el de olivas, el mejor.
La apuesta sigue con una de las joyas de la corona de la gastronomía catalana que en Quirat llevan a un punto más. Un diferente ‘cap i pota’ brillante, con versión VIP, con una espardeña que lo corona. La cuchara es necesaria y más pan, por favor. La propuesta de maridaje que acompaña este menú –60 euros– es exclusivamente de vinos catalanes. Un Essential Púrpura de Juvé & Camps para arrancar un viaje por las DO con más potencia del país: Els Amelers, de Terra Alta, Bellpla, de la DO Penedès, o los Turons de Vallcorba, de Costers del Segre, acompañan los platos.
El menú sólido sigue con dos gambas rojas a la brasa presentadas en dos secuencias, con un suquet y lentejas puy, y las cabezas, aparte, listas para acabarlas de apurar. El último paso salado es un plato que parece una obra de arte. Una salsa de café elegante y potente a la vez sirve de cama de un magret de pato cortado muy fino y una excelente escorzonera y trufa de acompañamiento. El tinto de la Albadia de Poblet, de la Conca de Barberà, con garnacha negra, monastrell, tempranillo y el trepat autóctono, hace el plato aún mucho mejor. La selección de vinos del sumiller y jefe de sala Albert Señor no solo acompaña la comida, sino que hace volar aún más la propuesta del chef Víctor Torres; el equipo funciona.
Un ‘músico’ diferente con moscatel en porrón
El prepostre “Manzana, cardamomo y menta” da paso a una de las experiencias de la cena y del menú degustación de Quirat. Pocas cosas hay más tradicionales y de otoño para acabar una comida que un ‘músico’. Frutos secos, higos y moscatel. Y el ‘músico’ de Quirat lo tiene todo. Piñones y almendras con un suave garrapiñado, una crema de chocolate y bizcocho con higos. Una interpretación de este tradicional postre cierra un menú que sirve a los turistas y transeúntes que pasan por Quirat para que se lleven un trozo de nuestra casa en forma de experiencia gastronómica. Y una foto con uno de los elementos de la cocina catalana más extraños para aquellos que no conocen nuestro país: el porrón. Un moscatel Floralis de Torres, fresco, se ofrece a los comensales por si quieren intentar beber a chorro. En inglés o en el idioma que haga falta explican qué es un porrón, cómo se utiliza, y algunos lo intentan. El Mariano, uno de los camareros, explica que es un momento bonito del menú, que rompe la seriedad y la sofisticación, y convierte beber o intentarlo –es de boca ancha– en una experiencia. Los alertan de que se pueden manchar y algunos se graban con los móviles. Sea como sea, un recuerdo catalán, que se llevarán a su país, junto con el regusto del ‘cap i pota’ o los níscalos y el cordero.
Para hacerlo redondo, un vino dulce Sols, del Empordà, para terminar y degustar los petit fours que ofrece el menú estrellado de Víctor Torres. El paseo por Cataluña a cucharadas del chef y a copas del sumiller convierten la visita a Quirat en una buena manera de conocer –o recordar– aquel país que nos ofrece una tradición gastronómica impresionante y que cocineros como el biestrellado Torres nos permiten actualizarla para llevarla a un nivel superior. Y si como souvenir alguno de los turistas que visitan la capital se llevan este recuerdo, brindaremos. Ahora habrá que esperar a finales de enero para ver qué menú de invierno presenta.