El sol nos ha hecho estallar de lo lindo durante todo el invierno y en la terraza del restaurante 1881 se nota: un domingo de febrero, todas las mesas estaban llenas, y abajo, en la entrada, hay cola para subir a comer a uno de los restaurantes con las mejores vistas de Barcelona.
El 1881, ubicado en la última planta del Museo de Historia de Catalunya, donde antes había los Almacenes Generales de Comercio, tiene una carta con un ideario afinado que la hace muy versátil: para hacer honor al lugar que ocupa, pretende hacer lucir la historia de la cocina catalana, por eso se pueden encontrar clásicos como los buñuelos de bacalao o el arroz del señorito. Ahora bien, hay muchas concesiones a la siempre bienvenida cocina vasca (el restaurante es parte del grupo Sagardi), en forma de pochas con morro de bacalao y almejas, el chuletón o los piquillos de Tolosa y, también, otros más internacionales que ya se han implantado en nuestro día a día, como el ceviche de corvallo salvaje o el tartar de vaca. El resto de la oferta lo configuran platos que nos hermanan con nuestros vecinos del norte: marisco y pescado a la parrilla, tanto de la Cofradía de Pescadores de Barcelona como de la embarcación Itsas Lagunak de Hondarribia.
Asimismo, afirman que las verduras utilizadas en todos los platos son de agricultura ecológica y de huertos propios. De hecho, se agradece la buena representación de platos vegetales que observan la temporada: puerros de Zarautz en la parrilla, 'trinxat' de la Cerdanya, ensalada de lechuga y cebolla, la escalivada con boquerones o los famosos pimientos. Sin embargo, los vegetarianos pueden consultar qué otras opciones pueden adaptarse a su dieta, cosa que también se podrá solicitar para los niños que todavía no comen de todo. Y para los grupos, una oferta especial bajo demanda.
¿Qué pedimos? La media ración de xató de invierno, con escarola, anchoa, olivas y virutas de mojama, y la salsa tarraconense tan querida, es un entrante perfecto que hace antesala a las alcachofas frescas con jamón ibérico, un toque salado sobre aquella dulzura tan característica de la flor que es debida a la cynarina. Del calamar de la Barceloneta que llega después me esperaba un poco más, pero también es cierto que la temporada ya era exactamente acabada. Sin embargo, fue el complemento ideal al plato fuerte, el arroz del Señorito, hecho con arroz marisma de la Illa de Buda, en el parque natural del Delta del Ebro, y que es delicioso, al punto y, además, todo un plan en sí mismo: ir a comer arroz a la terraza de 1881, con unas vistas panorámicas y magníficas del Port de Barcelona, constituye un buen motivo para salir de casa (y de alegría). Después (o antes), la visita al Museo de Historia cumpliría, a su manera, con aquella máxima horaciana: prodesse te delectare ('aprender deleitándose').
El arroz del Señorito, hecho con arroz marisme de la Illa de Buda, y que es delicioso, en el punto y, además, todo un plan en sí mismo: ir a comer arroz a la terraza de 1881, con unas vistas panorámicas y magníficas del Port de Barcelona, constituye un buen motivo para salir de casa
Por cierto, el arroz del Señorito tiene un nombre tan polivalente como el restaurante 1881: como todos los crustáceos, moluscos y pescados no tienen ni piel, ni caparazón, ni espinas, no hay que ensuciarse las manos, lo cual hace muy de señor. Ahora bien, la historia (o el mito) del plato desmiente esta interpretación y nos dice que el origen del nombre está en el restaurante La Pepica, fundado por el matrimonio Francisco Balaguer y Josefa Marqués, donde el pintor Joaquín Sorolla, al principio del siglo XX, pidió una vez que todos los animales que dan sabor al arroz llegaran a la mesa ya desvestidos.
Acabar dulcemente nunca es mala opción, de manera que escogimos dos postres canónicos de la cocina de nuestra casa: una crema catalana quemada y unas peras en el vino al estilo de la Cerdanya, cocinadas delicadamente en vino tinto aromatizado con canela, clavo, y saber hacer.