Con solo tres días de vida, el Bar Canyí se ha convertido en uno de los mejores locales de la ciudad. Un establecimiento que acaba de abrir puertas en el barrio de Sant Antoni de la mano del equipo del Slow & Low, un restaurante de una estrella Michelin situado a pocos metros del bar. Un proyecto muy nuevo que apunta maneras y que ha venido para triunfar. Con Frankie y Nico al timón, del Bar Canyí oiremos hablar, y mucho, durante los próximos meses.

Un bar de toda la vida

El Bar Canyí es un local tradicional que sirve tapas, guisos y copas de vino. Un bar como cualquier otro, si no fuera porque detrás hay dos chefs de estrella Michelin. Francesc Beltri y Nicolás de la Vega son un tándem muy bien coordinado, un dúo ambicioso y virtuoso que ahora ve cumplido el sueño de montar un bar en el barrio. Con una cocina que definen como "neotradicional", en el Canyí se hace la comida de siempre, pero con la técnica y la maña de quien se ha curtido en la alta gastronomía.

Frankie y Nico son dos genios de los fogones / Foto: Oriol Foix Duaigües

De momento solo abren al mediodía y por la noche de martes a sábado. Y digo 'de momento' porque el Canyí está destinado, cuando ya tenga un rodaje, a convertirse en un templo del desayuno de tenedor. Guisos, frituras y plancha, pero también croquetas, gildas y unos postres alucinantes. El producto que sirven es de primera categoría y es el mismo que utilizan en Slow & Low; calidad Michelin a precios de barrio. Con un ticket medio que ronda los 30 €, en Canyí puedes comer por10 €, por 30 € o por 60 €, todo depende de como de animado vayas. Además, tienen 45 referencias de vino, la mayoría catalanes y con un afecto especial por los vinos de Jerez.

El chaflán de la felicidad

El Canyí se ubica en la calle Sepúlveda, junto al chaflán con la calle Comte Borrell. Por fuera, es todo lo que te podrías esperar de un bar tradicional: cuatro mesas en la terraza, un cartel bien grande con el nombre del local y un barril a modo de mesa para quien quiera tomar la cerveza con un cigarro a fuera. Por dentro, el local es pequeño y acogedor; a mano derecha algunas mesas, a la izquierda la barra y al fondo la cocina, con paredes blancas decoradas con carteles y cartas antiguas del bar que había antes en el mismo espacio, O'Pazo, regentado por la familia de Héctor, uno de los trabajadores del Canyí. Bar al cual iban Francesc y Nicolás hace unos años a zamparse un bocadillo de bacon con queso.

El interior del Canyí es cálido y recogido / Foto: Oriol Foix Duaigües

La cubierta del disco que suena la ponen en un estante para que sepas en todo momento qué estás escuchando

Uno de los detalles más curiosos del espacio es la música. Francesc, además de chef, es disc-jockey y tiene una colección de más de 3.000 vinilos. Un arsenal musical que aprovecha para hacer sonar en el local con un tocadiscos que custodia en la barra. Suena de todo, desde C. Tangana hasta Paco de Lucía, y la cubierta del disco que suena la ponen en un estante para que sepas en todo momento qué estás escuchando.

Unos platos de categoría

Y si el sitio y el ambiente son agradables, la comida es espectacular. Las tapas son deliciosas, como los mejillones en escabeche casero que hacen ellos mismos o la gilda clásica para chuparse los dedos. La croqueta de jamón ibérico la hacen con una parte de jamón por cada tres de masa, una proporción generosa que lo llena de sabor. Otro clásico es la bomba, hecha con cuello y papada de cerdo, carne de ternera y una salsa picante con una receta secreta. También tienen codorniz en escabeche, navajas a la plancha e incluso alguna excentricidad como los huevos fritos con caviar de beluga; un guiño a la alta cocina para quien quiera probar un plato más gourmet.

La barra del Canyí es un templo de la buena cocina / Foto: Oriol Foix Duaigües

El mejor capipota de Barcelona lo hacen en el Bar Canyí

La estrella indiscutible de la comida, sin embargo, son los guisos. El mejor capipota de Barcelona lo hacen en el Bar Canyí. De entrada ya entra por los ojos porque lo sirven en una vajilla preciosa, refinada, pero muy casera. Suave, jugoso, meloso, con un punto picante muy leve que no molesta nada y que eleva el sabor del plato un paso más allá. Un plato de cuchara de primera división hecho con un sofrito que cocinan a fuego lento durante tres días. Y lo mejor de todo es que la ración solo cuesta 9 €.

El arte de la plancha lo tienen dominado al milímetro / Foto: Oriol Foix Duaigües

Si fuera vecino del barrio vendría cada día a dejarme la salud en el Canyí por una ración de capipota. Para acabar, unos postres deliciosos: requesón de fonteta con miel y sésamo garapiñado y tocinillo de cielo con nata montada sin azúcar. Simplemente exquisito. No hay nada mejor que acabar una comida buena con unos postres todavía mejores.

Este capipota es una auténtica obra de arte / Foto: Oriol Foix Duaigües

El equipo del Canyí tiene más que alcanzado el excelente en la cocina y ahora solo les falta coger el ritmo que requiere un bar. Pero qué les tienes que explicar a dos cocineros que hace más de veinte años que trabajan detrás de los fogones. Id en el Bar Canyí, pedíd el capipota y dejad que os hagan felices a través de paladar; pero no os distraigáis, que de momento no aceptan reservas.