"Sencillo pero de calidad". Así definen desde Fino Bar su propuesta gastronómica. Cualquiera diría que aquí no hay cocina, pero la cocina no pasa siempre por encender los fogones. "Trabajamos buen producto e intentamos aplicar un poco de creatividad y coherencia", explican. Latas, salazones, charcutería en el corte muy bien escogidos, con nombre y apellidos, porque saben, porque se preocupan y porque quieren que los clientes también acaben sabiendo: la quesería 12°, las anguilas fumadas de Roset, los embutidos Gori de la Garrotxa, el pan de Montserrat Forners (el mejor de 2023) hacen su aparición a la carta allí donde toca.
Fino Bar: precisión y eficacia
Sacar el intríngulis de hacer bien cosas sencillas no es una tarea menor. Hay que disparar un pensamiento preciso, que comunique y que funcione. Y en el Fino Bar, funcionan. Los pensamientos que han puesto por todas partes, en los uniformes, en las copas serigrafiadas, en los ganchos que sostienen papel encerado y embutidos, en la preciosa máquina de cortar que zumba suavemente, poniendo una pista breve de vez en cuando, y que me remite a aquel momento dulce de la infancia cuando la charcutera me daba a probar un trozo delicadísimo de embutido mientras la madre iba pidiendo una libra de aquello y de aquello otro.
En definitiva, que a Fino los pensamientos han salido de las cabezas y se han materializado sin desviarse. Encontraréis platos pensados, como ahora la carbonara de judías tiernas, la tostada de stracciatella con anchoa y un buen toque de piel de limón rayada, la ensaladilla rusa de Perelló, que puede rematarse con coletillas como el atún o la anguila fumados, las huevas de maruca o la ventresca de atún o el bocadillo planchado de rebozuelos con Gruyere.
Croq-fondue, una invención excepcional
Me explican, también, una ida de olla tremenda que ya tiene club de fans: la croq-fondue, que es demasiado de croquetas para engullir a cucharadas. Para acabar de acomodar los vinos y la noche, se puede escoger el cap i pota o los garbanzos en chanfaina. Para beber: vinos naturales, vinos de Jerez, cerveza y vermú. Como la parte sólida, se compone de una elección hecha a base de descubrimientos, dicen.
Fino señala cosas importantes del momento gastronómico actual: "Montar un bar desde 0 es el sueño de cualquier grupo de amigos y abriendo Fino lo hemos hecho realidad". La generación que bordea los 30 ya no soñamos a recorrer el sureste asiático o comprar un Ferrari: queremos comer bien y, si nos atrevemos, montar un bar. "Ya teníamos una sociedad gastronómica y nos dedicábamos a reunirnos y a cocinar en las casas. Fino era el siguiente paso natural". ¿Y quiénes son los amigos? Son Alberto Ibáñez, cocinero; Alejandro Giner, químico; Betu Molero, relaciones públicas; Eva Monge, publicista y diseñadora; Jorge Ferrer, sumiller; y Pau Ortiz, uno bueno viviente de la vida que se ha encargado de la elección de los quesos que encontraréis a la carta.
Los aires del sur, de tienda de comestibles y el alma retro de Fino son lugares comunes (y bienvenidos) que también explican el nueve y nostálgico gusto por los bares y restaurantes y recetas del pasado que vive ahora mismo la hostelería. No obstante, dicen que no pretenden seguir ninguna moda: "Fino no tiene que encajar en ningún sitio. Es nuestra visión de la gastronomía, el sitio que a nosotros nos gustaría encontrar. Hartones de hacer colas para tomar alguna cosa a Gracia, hemos querido añadir un bar al barrio a fin de que la gente lo haga su casa".