Tenemos cada vez más bares que no son bares. Lo quieren parecer pero les faltan cosas para serlo. El tejido que compone un bar real, aquello que hace que no solo sea un lugar donde pagamos para consumir comida o alimento, allí no está. Pero donde sí que vive es en La Principal.
Un bar real de toda la vida
Los bares tienen una dinámica entre entre clientes y trabajadores que hacen de un bar un bar. Eso se materializa en un cierto trato, cálido y próximo, que hace que nos reconozcamos como humanos y no como meros ejecutores de una función –los unos trabajan y los otros gastamos– porque, al fin y al cabo, somos mucho más que actores en este marco turbocapitalista donde se insertan nuestras vidas.
Allí en los no bares, tiene lugar un espectáculo que simula ser un bar, cada día la misma función, inalterable, prefabricada, como un anuncio. La gente va y viene sin mirarse demasiado, sin entablar conversación. La gente no hace para conocer ni reconocer a quien le atiende ni a quien se sienta a hacer un agua con gas. Nadie se fija en la persona que ocupa la mesa vecina. Incluso cuando son dos en una misma mesa, la inercia del bar hace que pasen demasiado rato enganchados al teléfono. O, quizás, es que han escogido este no bar precisamente porque son del tipo de pasarse demasiado rato enganchados al teléfono en compañía. Porque la dinámica de un bar nos puede arrastrar a hacer juego, a deshumanizar a los otros y a nosotros mismos solo con el fin de hacernos sentir parte de ello.
Al fin y al cabo, somos mucho más que actores en este marco turbocapitalista donde se insertan nuestras vidas
Aquí no pasa nada de todo eso, sino al contrario. La marquesina del bar La Principal hace más de 120 años que se despliega en Sepúlveda con Muntaner, y con todo el calor de un bar que se sabe bar y que hace una función pública conectiva y necesaria. La parroquia se conoce, los trabajadores saben cómo quiere el café a cada uno, se establecen conversaciones animadas solo interrumpidas por el ruido de la cafetera o por el tintineo de los cubiertos que inminentemente pincharán una alcachofa frita o un trozo de fuet.
Los bocadillos y tapas componen la oferta principal, una cocina rápida que se complementa con ensaladas y conservas y salazones para hacer el vermú o para lo que quieras. Porque La Principal tiene aquella versatilidad de los bares que se adaptan al paso de las horas y a la vida de todo el mundo. Tiene una sala por encima de nuestras cabezas (y de unos arcos espléndidos) y también otra a pie de calle. Hace de bar, hace de cafetería y hace de restaurante según tu hambre. Aquí nadie te impedirá pedirte un buen trozo de una de sus tortillas, celebradas en toda la ciudad, y maridarlo, si quieres, con uno 'pisco sour'. O merendar unos boquerones en vinagre, unas croquetas y un bitterkas. O hacer un café o un chocolate en la taza mientras miras por el ventanal este triángulo que es la pequeña Plaza de Goya donde la Fuente de la Tortuga de Eduard Alentorn brota desde 1917.
Por la mañana encontraremos el equipo más veterano atendiendo a los clientes más veteranos. A medida que transcurre el día, gente de paso y universitarios, y cuando la noche llega, gente joven que se acerca a hacer unos vinos o unas birras y aprovechan los horarios dilatados de La Principal, que solo cierra por la cena de empresa, el día 1 y la nochebuena, y que abre de lunes a domingo: de 07 a 00:30 h de lunes a miércoles; jueves de 07 a 01 h; viernes de 7 a 02:30 h; sábado de 09 a 02:30 h y domingo de 09 a 00 h. Además, por la noche, llega gente que va o viene del cine, del teatro o de la discoteca.
La Principal tiene aquella versatilidad de los bares que se adaptan al paso de las horas y a la vida de todo el mundo
"La Principal representa la lucha para mantener la memoria intangible de la hosteleria como referente de los barrios contra la masificación de los grupos y las modas gastronómicas", explican desde La Principal. "Hemos querido que La Principal sea lo que era desde que se adquirió en los 90, cuando Joaquima Laguna lo adquirió ante la amenaza de compra por parte de una gran tienda de tecnología".
Extrañamente, La Principal no forma parte del listado de locales emblemáticos de Barcelona, pero la dirección hace un par de años que brega con el fin de que lo incluyan. "Somos un local de barrio y queremos ser patrimonio de ciudad. No queremos tocar nada de La Principal, ni ahora ni de aquí 40 años". "Bar y restaurante de toda la vida", dicen en su bio de Instagram. Y ojalá que de por vida.