En la calle Muntaner, haciendo esquina con la calle París, se está formando un pequeño núcleo donde tres restaurantes están acaparando la atención y el aprecio de muchos gourmets. Y todo, en poco menos de seis meses: en el Galán y en el recién llegado Mesa Quince, se le suma Bar Remedios y una tortilla de patatas à la minute escandalosamente suculenta y deliciosa. Los tres comparten una proyección gastronómica de abanico: aquella que, de acuerdo con el producto, despliega platillos y suculencias para ofrecer felicidad tanto a quien se mira el bolsillo como a quien se le calienta el morro con facilidad.
Alejo Ventosa y Llorenç Balaguer han creado en el Bar Remedios un universo muy particular que, al mismo tiempo, es cómodo y habitual para muchas tipologías de comensales: "Eludimos una estética nórdica y preciosista y reivindicamos la belleza de la formica y el inox", explica Balaguer. Pero va más allá de un manifiesto estético, porque lo que este dúo reclama, junto con el chef Joan Donadeu en los fogones, es una gastronomía informal, sin pretensiones, apuntalada en el producto, la tradición y la suculencia del sabor de un guiso bien ejecutado. Con una necesaria pátina de modernidad y tendencia, Bar Remedios eleva esta cultura popular de bar demostrando con profesionalidad porque unas croquetas, una ensaladilla rusa o unas bravas hacen que la clientela se desplace para disfrutar de forma casi ceremonial.
El sibarita actual no busca tanto los manteles de lino o la formalidad de una sala, aunque lo aprecia: perdona su inexistencia si se divierte. Y Barcelona se ha soltado, perdiendo una cierta rigidez, seguramente reflejándose en una fórmula de restauración que Madrid, por ejemplo, sobresale: jauja y arrebato, muchos platillos en una mesa para picar y compartir, con un buen vino en la copa y un ambiente dinámico. Y no es que en Barcelona no lo hayamos tenido nunca. Simplemente, no se la tenía en tanta consideración, relegando estos manjares populares y contextos más informales bien lejos de una experiencia gastronómica.
Bar Remedios eleva esta cultura popular de bar demostrando porque unas croquetas, una ensaladilla rusa o unas bravas hacen que la clientela se desplace para disfrutar de forma ceremonial
En el Bar Remedios, uno se siente como casa y comiendo mejor que en casa: la tortilla de patatas con cebolla à la minute es un prodigio. La patata es ruda, corte gruesa, pero queda suavizada por un huevo batido que queda perfectamente cocido en el exterior, y un cuajado interior jugoso. Este mismo punto rústico se aprecia en la ensaladilla rusa, permitiendo que en cada bocado se aprecie la textura de los ingredientes, bañado en una mayonesa donde se percibe (y disfruta) el escabeche.
Platillos de hervor que se tienen que probar, de todas, todas: las albóndigas a la jardinera (salsa espesa y sabrosa, y tamaño de albóndiga perfecto, tal como indica la tradición), el canelón de asado, con su bechamel cremosa y el punto de demi-glacé que le da potencia y sedosidad y el rabo de buey, deshuesado. Tres propuestas de guiso bien ejecutadas que pueden poner la guinda del pastel a una entrada de fiesta con gildas, bravas o una cecina de wagyu hecha en la casa, bien salpimentada.
"En el Bar Remedios proponemos remedios a todas horas", declara Alejo Ventosa. Un divertido juego de palabras para explicar que el formato popular no solo se incardina en una carta corta y solvente, sino que también lo hace en un horario de disfrute que empieza al mediodía y acaba a medianoche, ofreciendo bebida y comida de forma casi ininterrumpida. Lo que tampoco para de correr en abundancia son los vinos y es de aplaudir que ofrezcan vinos a copas de referencias que, de normal, nunca se encuentran en este formado: fino del Tio Pepe, un Dido, un Lafou o un Gramona Imperial pueden ser la antesala de una fiesta líquida que da cabida desde vinos tintos, blancos y espumosos locales en vinos generosos y vinos dulces.