¿Qué esperamos, de un bar? Queremos comodidad, queremos calidez pero, por descontado, queremos que aquello que jalamos sea bueno. Eso intenta el Bar Roma, un lugar sin ínfulas que abandera el sabor por encima de todo.

"El Bar Roma es un sitio con poca pretensión donde la comida y el sabor es lo más importante, aquello que prima. Hacemos clásicos bien hechos con sabores tanto de aquí como de Argentina", explica Gala Massetti, natural de Buenos Aires, que hace tándem con Jordi Saavedra, de Vacarisses. Ambos tienen una trayectoria en la cocina desde hace 15 años y han pasado por restaurantes tan emblemáticos como Tickets, Enigma, 41º, Martín Berasategui o Mugaritz.

Milanesa
La milanesa del Bar Roma

Aunque el trabajo los llevó al mundo de lo que hoy se considera alta cocina, cuando se les presentó la posibilidad de coger el traspaso de un local, después de la pandemia, no lo dudaron ni un solo momento: "hacía mucho de tiempo que queríamos tener un lugar propio y siempre nos gustó la idea de un bar".

Consiguen lo que se propusieron, que es el ideal de un bar. Según ellos –y yo lo comparto–, "un bar en el 2023 o en cualquier época tendría que tener comida sabrosa y buena trato con el cliente, sin importar el estilo del bar". Y lo hacen con cada bocadillo de la carta, sea la milanesa, el planchado de papada y queso o el de trufa, el pepito de ternera o la cremosísima ensaladilla, quizás la más bonita de Barcelona, con un poco de cebolla encurtida en la mexicana, sus correspondientes piparras y una buena mano de picos para acompañar.. Además, tienen una selección justa pero esmerada para hacer el vermú: chips de las gruesas, boquerones, pan con mantequilla y anchoa y, claro está, cañas bien tiradas y vermú a raudales.

buttermochi
El buttermochi del Bar Roma

Las cartas cortas son una maravilla y tendrían que ser más frecuentes, por muchos motivos: para no enredarte 15 minutos escogiendo qué quieres, para potenciar una economía sana del negocio y para evitar el despilfarro alimentario que puede generar una carta más larga que un día sin pan. No obstante, en el Bar Roma se disculpan justamente por aquello que a mí me parece uno de sus fuertes: "la carta fue pensada en base a las posibilidades y limitaciones que nos daba el espacio del bar. Pusimos las cosas que a nosotros nos gusta comer: buenas croquetas, bocadillos de sabores bien marcados y, también, postres que han recibido la atención adecuada".

Los dulces merecen un párrafo. La oferta se abrevia en dos propuestas que van cambiando cada semana y que se alternan entre pasteles, tiramisú, flan –una de las cosas que me hará devolver, porque el día de mi visita no pude probarlo–, y otras golosinas menos vistas, como el buttermochi, con la textura elástica del postre japonés más conocido, pero en formato pastel.

Viva los bares como el Bar Roma: sencillo pero con empuje, sabroso y cálido, económico y sin trampas ni circunloquios.