Cada vez tengo más claro que los bares y los restaurantes son las personas que lo hacen. Sin su presencia, parece que les falte esqueleto y alma: aparentemente tienen la misma forma, pero si no están, falta alguna cosa. El dinamismo que insuflan al negocio con su manera de hacer las tareas que requiere les diferencia del resto positivamente cuando aquellos que operan ponen parte de lo mejor que son al hacer bien el trabajo. Un claro ejemplo de eso es el bar La Morera, en Mataró.

Somos un país de bares, aunque cada vez lo somos menos, y quizás al pasar por delante de La Morera habría alguien que pensaría que qué caray tiene de especial un bar de toda la vida. Pues, primeramente, como los bares de toda la vida peligran, que permanezca inalterable ya le suma muchos puntos. Pero no solo eso porque, como decíamos, aquí dentro se cuece un talante especial, el auténtico rescoldo de bar, el trato siempre preciso para cada uno que entra por la puerta, y siempre con la energía de lo que quiere ser resolutivo.

Canelones de espinacas y pularda / Foto: Rosa Molinero Trias

Los hermanos Quintana, Juan Antonio y Sergio son un huracán silencioso que ejecuta con celeridad cada tarea que se les plantea, y tienen siempre la vista puesta en el cliente para atenderlo, incluso antes de que le aparezca una necesidad.

Somos un país de bares, aunque cada vez lo somos menos, y quizás al pasar por delante de La Morera habría alguien que pensaría que qué caray tiene de especial un bar de toda la vida. Se cuece un talante especial, el auténtico rescoldo de bar, el trato siempre preciso para cada uno que entra por la puerta, y siempre con la energía de lo que quiere ser resolutivo

Lentejas de Antonia Roldán / Foto: Rosa Molinero Trias

"Aquello que es posible lo hacemos al momento. Para los milagros, nos estamos preparando", dice el lema del bar desde un cuadro en la estrecha sala, formada por una larga barra y tres mesas comunitarias, que se compensa con una espaciosa y cómoda terraza junto a la playa del Callao de Mataró. Solo sentarse, dejan una tapa de olivas y otra de pan y jamón y pasan pedido de la bebida. Es el mediodía, voy con el cocinero Martín Comamala, de 539 Plats Forts, que es cliente habitual, y que los deja poner en mesa aquello que quieran.

Anguila confitada y gildas / Foto: Rosa Molinero Trias

Llega una media ración de unas lentejas guisadas espléndidas hechas por Antonia Roldán, la madre de los Quintana, con la legumbre bien cocida, pero todavía entera la piel, y también unos canelones con dos rellenos, una de espinacas y el otro de pularda. Una tapa grande de jamón, de la marca Tartessos, nos hace entender que no siempre el jamón más adecuado es el ibérico, y que hay vida fuera de aquella grasa tan potente, que, por extraño que parezca, no siempre gusta a todo el mundo.

Arroz con leche fresca / Foto: Rosa Molinero Trias

En La Morera se puede picar fin: ostras, una anguila confitada excepcional, vieiras, caviar y foie os están esperando a la carta, al lado de platos de siempre como los mejillones al vapor o la morralla frita fresca del puerto, las croquetas, los boquerones y todavía más. Para sentarse a la mesa un buen rato, pescados grandes como el gallo de Sant Pere o el rape de Arenys y marisco en abundancia, platos tradicionales como las manitas de cerdo con caracoles, la mejilla asada o las albóndigas. La Morera combina todo aquello tan clásico de los bares, como el espacio, el ambiente y muchos platos, con incorporaciones más lujosas y una atención especial en el producto de alta calidad.