Hoy le toca el turno a otro Quimet. Si el otro día hablábamos del Quimet de Horta y sus chapatas sublimes, a continuación expondremos por qué la Bodega Quimet, más conocida como el Quimet de Gràcia, es una cornucopia llena de banderillas, vermú y buenos manjares que hay que visitar con asiduidad. Hay alguien en TripAdvisor que expelió uno 'no volveré'. Pues, mejor, señor o señora, que el resto tendremos más espacio en la barra.
La Bodega Quimet: brillo cálido en puntos oscuros
La Bodega Quimet es en este cuadrante de Gracia que no se parece a Gracia ni a cualquier otro barrio, con límites en Via Augusta, Travessera de Gràcia, paseo de Gràcia y avenida Diagonal, y que se vertebra gracias a cuatro calles tranquilas que se suben: Neptú, Minerva, Riera de Sant Miquel (que, efectivamente, era una de las rieras de Barcelona, alimentada por la de Sant Gervasi) y Vic.
En el Quimet le cae el sol que ilumina la plaza Gal·la Placídia, su letrero coge un brillo cálido y da ganas de entrar. Porque las bodegas suelen ser espacios un punto oscuros, pero eso no nos detendrá nunca de entrar, porque sabemos que brillan con una luz propia que les viene de dentro y que saben cultivar en todos a aquellos acostumbrados que atraviesan el umbral, ven el gentío que se amalgama a dentro, sonríen y dejan que las bombillas de la antigua lámpara de araña que preside la sala desde el techo les salpique el vermú con un reflejo anaranjado.
Aquí juegan a la liga de las mejores anchoas y los mejores boquerones en vinagre, en competencia directa con la Bodega J. Cala, y es una joya verlos esculpir los platillos de ensaladilla
Aquí juegan a la liga de las mejores anchoas y los mejores boquerones en vinagre, en competencia directa con la Bodega J. Cala, y es una joya verlos esculpir los platillos de ensaladilla, uno tras el otro, mientras la bandeja de la vitrina se va vaciando y llenando y vaciando y llenando en un vaivén marítimo que nos lleva hacia las ostras vecinas y el cóctel de marisco. La pizarra también es golosa: pedís dos raciones de habas con jamón y un huevo escalfado y no os arrepentiréis; los garbanzos con espinacas; el bacalao frito con sofrito de tomate y el tomate confitado, con anchoas, olivas y alcaparras, un bocado delicado (han pelado el tomate, obviamente, y de repente parece una nueva fruta) que recuerda a la puttanesca italiana dónde alguien ha olvidado añadir las guindillas.
Para beber, como cualquier bodega y como hace 100 años o más (aunque el momento de ofrecer vinos con nombres y apellidos ya tendría que estar aquí), la oferta clásica de vinos directos de la bota: Priorat, Gandesa, blanco, Moscatel, Jerez, rancio, Oporto, Málaga. Y cava. Escoge y remueve y a ver si lo aciertas. También: cerveza por quien la quiera y vermú a raudales.