Los búnkers del Carmel se han convertido en un atractivo turístico por aquello que tienen de mirador. El nombre del barrio ahora suena por todo el mundo no solo por el Parc Güell, sino por esta batería antiaérea colocada donde un día los iberos oteaban la llanura de aquello que un día se convertiría en Barcelona. Ahora bien: en el Carmel, de búnkers, también hay otros, y en estos segundos se come y se bebe de diez. Hablo de la vermuteria Los Búnkers, que reside donde antes se levantaba el mítico Casa Carmona, una institución del barrio que, en lugar de paella, los jueves servía migas. Ahora la cosa va al revés porque en Los Búnkers migas no hacen, pero sí que ponen en la mesa paella cada jueves (y también hacen una especial para los vegetarianos).

Los Búnkers: tapas y vermú exquisitos

Eso sí: en Los Búnkers perpetúan el legado del antiguo bar de ofrecer una amplia selección de tapas variadas como huevos rellenos, rabo de buey, calamarcitos a la andaluza, tortillas, buñuelos y croquetas, aletas en la barbacoa y callos. Y, también, ítems imprescindibles para hacer el vermú: anchoas, bravas, bombas, picatostes y un combinado de patatas, olivas, mejillones, boquerones, pimiento rojo envinagrado y piparras que de tan bueno y de tan sencillo es quizás la tapa 'vermutera' mejor encontrada del 2023 –a juicio de esta humilde cronista comestible.

Bomba a Los Búnkers / Foto: Rosa Molinero Trias

Las ostras no tienen ningún problema al subirse por las colinas barcelonesas –ni nada de miedo de las bombas de los búnkers, que tienen aquel picor bien puesto– y también han llegado hasta Los Búnkers, así como otro buen marisco, sean vieiras o conchas, que en cocina abrirán al momento y cocinarán como más nos gusten. Si tienes la noche marinera y te apuntas al plan de la concha, hazme caso y escoge acompañadas, aunque solo sea un rato, con un buen vaso de vermut blanco.

A los mediodías se puede tapear, pero también hacen un plato del día que incluye bebida y postres o café por solo 10,90 €, y que podría ser, por ejemplo, un estofado de patatas y sepia o, si quieres apostar por el clásico, puedes montarte un plato combinado. Y por descontado como en esta vida todo es susceptible de acabar entre dos rebanadas de pan –todo es 'entrepanable', decía el filósofo–, siempre puedes estirar de embutidos, quesos y, por qué no, de calamares, y devorar un bocadillo mientras piensas que cada metro de la pendiente de la subida ha valido la pena.

Calamarcitos a la andaluza a Los Búnkers / Foto: Rosa Molinero Trias

Un apunte final: en Los Búnkers, que han abierto justo al inicio del verano, hay un detalle arquitectónico que cuando lo tropiezo me provoca la sensación de entrar, verdaderamente, en otro estado mental. Son dos pequeños peldaños de bajada, ya que la sala del bar no está exactamente en pie de calle sino un metro por debajo, un poco como en un búnker, claro está. En la mesa, sentada en una silla bistrot de aquello más setantera, veo un perro a menos que resopla de tanto calor mientras su tutora charla y charla y charla. Me doy cuenta de que me queda a la altura de los ojos y que me mira fijación, como queriéndome comunicar alguna cosa y, de repente, lo sé: "Me pides una bomba"?.