En Horta hay un mural que dice así: "Horta no es ni será nunca Barcelona". Lo puedo entender. Horta era un pueblo que, como Gracia o Sarrià, se adhirió a Barcelona cuando tocó. No obstante, la aparente lejanía del barrio ha hecho que mantenga en buena parte su esencia, esencia que se encuentra condensada, se come y se bebe en lugares como el Celler Antonio.
A una esquina de la calle Chapí y encarado hacia la calle Campoamor, quizás una de las calles más idílicas de la ciudad, y en una zona de Horta donde es un gusto pasear entre antiguas residencias burguesas, un convento y una masía medieval, el Celler Antonio hace 43 años que está operativo con Antonio Liarte Álvarez al frente.
"En 1980 acabé la mili y tenía ganas de poner en marcha un negocio propio. Antes había sido trabajador de un supermercado, pero la opción de no ser asalariado me sedujo", explica el vecino de Horta, que llegó con solo 5 años desde Cartagena. "Entonces, todo esto eran campos".
Agustina Vizcaína, su esposa, también trabaja tras la barra, y juntos preparan, por ejemplo (y cada 15 días), un bacalao en lata con una fama que traspasa fronteras. También guisan callos "que se venden mucho", marinan boquerones y cocinan caracolillos. E incluso, aunque por la apariencia sencilla de la bodega no lo parecería nunca, las ostras son uno de los éxitos de la casa. La oferta la completan una muy buena cecina de León, gamba cocida y pulpo gallego.
Cantando los hits de la carta, al bodeguero se la nota contenta y orgullosa. "Antes había otro bar que duró cuatro 'años, y no tenía ni la mitad de tapas, solo unas olivas y poco más. Yo me puse a limpiar anchoas tras el mostrador". Además, hizo instalar una buena barra de acero inoxidable, el frescor de la cual agradecerán eternamente nuestros brazos cuando nos apoyamos, salivosos, delante del escaparate a rebosar de delicias.
Aunque por la apariencia sencilla del Celler Antonio no lo parecería nunca, las ostras son uno de los éxitos de la casa
Para beber, Liarte vende a raudales la cerveza y el vermú de la casa, y haciendo honor al nombre del establecimiento, también ofrece vino a granel: Priorat sin D.O., Gandesa, Moscatel, vino rancio y vermú. "Pero cada vez vendo menos: la gente joven no es de garrafa, es más de botellas", valora.
A pesar de la pila de años llevando el negocio, Liarte no se quiere jubilar. "Me gusta el oficio y no me quejo de los clientes. Al principio sí que iba más estresado y más quemado, porque son muchas horas de trabajo. Pero cambié de mentalidad y me he relajado. Eso sí: para mí, la calidad es muy importante y no la bajo nunca, pase lo que pase".