Cuando un restaurante me gusta, ya no pienso nunca en la persona a quien se le recomendaré. Es demasiado fácil. Porque cuando un restaurante me gusta, ahora que mis hijos mandan y que hacemos turnos para cenar fuera los viernes noche, siempre pienso en recomendarle el sitio a mi pareja. Y lo hago, y reservo yo, y doy su nombre: «Andrea, dos personas, las ocho y cuarto». Pero eso es demasiado fácil, como todo ahí fuera. Entonces lo que hago, cuando un restaurante me gusta, es pensar con quién se lo pasaría bien allí, Andrea. Si tu restaurante es bueno, seguramente me tendrás imaginando tándems de comensales ideales llenando las mesas.
Las palabras de arriba ya le han sido dedicadas, pero si Desoriente es o no es así de bueno, lo tendréis que decidir vosotros. En otras palabras: id. Lo encontráis en Poble Nou, en Ramón Turró con Marià Aguiló. No hace ni un año que está abierto, y su propuesta de fusión vegana ya es ambiciosa y atrevida. Detrás encontramos los artífices de Blu Bar i de Vrutal, un local especializado en hamburguesas veganas, cuyos ecos resuenan en Desoriente: la carta del restaurante de Ramón Turró, diseñada por los chefs Maurizio Gorga y Cliff Ubaldo, es íntegramente veggie y de base vegetal.
Las elaboraciones hechas desde cero son uno de los signos de identidad de Desoriente, incluso si hablamos de las bebidas. Aparte de vinos y cervezas, la carta ofrece combinados caseros de todo tipo para regar el aperitivo. Si tenéis que conducir, una buena opción es el tropical delight, un fermentado de piña plátano y menta. Si vais andando, pedid una michelada went to Korea, un chute de cerveza y soja en forma de tifón coreano-mexicano.
El nombre del restaurante no es ninguna broma: el desconcierto es una de las intenciones del Gorga y Ubaldo. ¿Cómo se explica, si no, que aquel par nos endosen un rejodido plato de bróculi a la hora de los entrantes? Bien sencillo: el oishi broccoli eleva la hortaliza más impopular friéndola, poniéndole salsa goma ponzu y empolvando cacahuetes tostados. La tensión del brócoli, sumado al crujiente del cacahuete, da un nervio irresistible a cada mis.
La fiesta continúa y, para los que les guste la cocina japonesa, puede ser una inolvidable. La carta ofrece varias propuestas de sushi roll, pero hay dos imperdibles. Una es el rock & roll, un uramaki de carne moving mountain —proteína vegetal—, cebolla caramelizada, pepino, caviar de tapioca y tomate asado. La otra es el foie gras roll, un paté de anacardos preparado con manzana caramelizada y una reducción de wasabi y oporto.
Porque en Desoriente quizás juegan al embrollo gastronómico, pero saben muy bien que ganarse al público al final es ganarse al público
De plato en plato, la gradación de texturas sube y baja, pero siempre es equilibrada: el panko spring roll es todo el crujiente que tiene que ser, y el tikka masala bao es tan esponjoso como lo sueñas cuando tan solo es una promesa en de la carta. Amasado y horneado por el equipo del Gorga y Ubaldo, este pan japonés envuelve un trampantojo de pollo tikka masala hecho de jaca, bien mojado de salsa raita, cebolla confitada y cilantro. De acompañamiento, unas patatas que se han hervido antes de freírlas y un alioli que, en vez de hacerse con huevo, se ha hecho con leche d'avena.
En los postres, encontramos desde una sacher nipona hasta una mousse de mango. El bocado más lujurioso, sin embargo, lo encontramos en un snicker, una pequeña barra de chocolate relleno de turrón, caramelo y cacahuetes triturados. ¿Que ibais a pie, decíais? Saciaos del todo, antes de pedir la cuenta, con un spiced up espresso martini: café, güisqui, chocolate negro, leche de coco y especias. Porque en Desoriente quizás juegan al embrollo gastronómico, pero saben muy bien que ganarse al público al final es ganarse al público.
Con Muntsa, Andrea. Tienes que ir con Muntsa.