La cultura gastronómica francesa es envidiable. No digo que su cocina sea mejor que la nuestra porque este debate no tiene demasiado sentido, pero sí que es cierto que entre el público general hay más conocimientos sobre los productos y alimentos nacionales, y eso implica otra manera de consumir y comer. Si salimos a la calle, ¿cuántas personas podrán decir 5 quesos hechos aquí? Pues eso.
Los mediodías en Francia tienen una opción gastronómica sencilla, barata y rápida, muy conveniente para satisfacer de forma ligera y eficaz el hambre de aquellas horas. Se trata de la fórmula de mediodía, que normalmente consiste en un plato verde, de ensalada, crema o verduras a la plancha, y otro plato más contundente, pero no mucho, como una quiche o un crepe, o alguna carne a la parrilla. Su menú mediodía, como el nuestro, incluye recetas más elaboradas y también unos postres. Restaurantes franceses, a Barcelona, no hay muchos, pero podemos probar una fórmula como esta, en la crepería bretona Le Pt'y Món por 14 €.
Justo en medio del pasaje de Lluís Pellicer, que conforma unos metros tranquilos y serenos entre el zumbido del tráfico de la Diagonal y de Muntaner, Le Pt'y Món hace que en la calle se huela el Maillard de la masa líquida de sus crepes y galettes tostándose contra la plancha caliente.
El día que la visito, tienen: ensalada con hoja de roble, queso feta, tomate seco, aceituna negra y nueces; crema fría de tomate y albahaca con dados de mozzarella; hummus con crujiente de parmesano; y de segundo, galette de sobrasada, miel y cebolla crujiente, galette de espinacas al vapor con huevo y crujiente de tocino o galette vegana de calabacín, tomates confitados y avellanas. Como estamos alrededor de Sant Joan, de postres tienen coca, pero también un pastel de mousse de chocolate y plátano o un crepe dulce de limón y azúcar.
Escojo la ensalada, que es todo lo que puedo esperar de una ensalada: verde, con complementos salados que no me hagan aburrir la hoja y una vinagreta simple, pero efectiva, que liga bien el conjunto y le pone la nota ácida que falta. Y también la galette de espinacas, con queso emmental y un buen huevo al punto que hace de salsa. Aquí, por cierto, como son bretones, del crepe dicen 'galette' porque, de hecho, lleva harina de trigo sarraceno, más sabroso, más oscuro y más crujiente, y sin gluten. Además, fieles a la tradición, ofrecen varias sidras bretonas para acompañar la galette o, si lo prefieres, una elección de vinos nacionales por copas o botella.