El jueves 23 de mayo, a la panorámica sala Mirador del CCCB se presentó un nuevo sello editorial, Tres Portals, dedicado a la literatura sapiencial. Uno de los primeros libros que publican es un pequeño tratado delicioso, La tradición de las lágrimas, de Jean-Paul Iommi-Amunatégui. El autor escoge y remueve textos de Ramon Llull, Joan Lluís Vives, Santa Teresa de Jesús o Màlevitx buscando rastros de la chorrera salada que tanto nos caracteriza. En 1932 el poeta argentino Oliverio Girondo publica Espantapájaros, y el poema 18 es ya un clásico sobre el llanto que empieza así: Llorar en lágrima viva / Llorar a chorros. / Llorar la digestión. / Llorar el sueño. / Llorar ante las puertas y los puertos. / Llorar de amabilidad y de amarillo.
Restaurante Santa Magdalena: cocina catalana poética
En nuestra casa, cuando alguien llora mucho decimos «llora como una magdalena», refiriéndonos a la santa prostituta postrada en los pies de la cruz, que tiene una calle en el barrio barcelonés de Gracia —hasta este agosto, que pasará a llamarse calle de Magdalena E. Blanc. El otoño del 2023, en esta calle graciense abrió un nuevo restaurante al punto del anacronismo, el Santa Magdalena. Hacen cocina catalana con cara y ojos: se puede comer un fricandó (17 €) o un capipota con chanfaina (12 €) excepcional, hacen bocadillos suculentos como el de butifarra de perol con queso (6 €) y tortilla de patatas con tocino y padrones (10 €).
Al mediodía los precios son más ajustados y tienen una fórmula estupenda: escoges un primero de entre gazpacho, tomates escaldados o huevos rellenos, de segundo el plato del día: martes pistonada de camarones con alioli, plato recuperado de la tradición tarraconense, una especie de fideuá con pasta de pistones; miércoles calamares con butifarra y sobrasada; jueves arroz; viernes macarrones del cardenal y pan, postres y bebida por 19,5 €. Si pruebas la pistonada, seguro de que tendrás ganas de probar los calamares, y si has flipado con los macarrones, querrás averiguar cómo hacen el arroz.
Directos de Centelles vía Puig Bolets, los tomates son de primera, sabrosísimos, y el arroz es una maravilla: hecho al momento, ración más que abundante, va cambiando según temporada y, por ejemplo, una semana cualquiera, puede tocarte uno de secreto ibérico y huevo frito, verde y exquisito. Se nota el oficio y las ganas de engolosinar al comensal. En el comedor del Santa Magdalena, espacioso y acogedor —las mesas no son minúsculas, no chocas con los vecinos ni te ensordece el griterío de la concurrencia— la gente no llora, sin embargo —como El festín de Babette- las mejillas se encienden y los ojos centellean.